Tendréis que perdonarme que no escriba mucho, pero a esta hora ya estoy que me caigo
, pero quería subiros este y otros dos capítulos más. Disfrutadlo y ya me contareis. Besitos.

En medio de la pista Elena y yo no hacíamos más que reír, provocando a un par de chicos que se nos habían acercado, sin darnos cuenta de la presencia de Diego. Uno de los chico me tomo de la cintura pegándome más a él, susurrándome al oído que si quería bailar con él. Le sonreí, pero antes de que pudiera contestarle que no, alguien tiro de mi pegándome a su cuerpo.
- Te importa se te lo robo – escuche decir a Diego a mí espalda, sorprendiéndome porque no le había visto acercarse.
- Si me importa – contesto el chico - ¿No ves que estamos bailando? – pregunto molesto
- Precisamente por eso te estoy preguntado que si te importa – contesto Diego con tono de enfado - más bien te repito la pregunta ¿te importa quitar las manos de mi chico? – dijo con tono amenazador y sentí como sus dedos se apretaban más a mi alrededor, como temiendo que me alejase.
Me di la vuelta para mirarle con cara de sorpresa, también vi como Elena se retiraba partiéndose de risa hacia la mesa y los que estaban en ella no paraban de reír viendo la escenita que Diego estaba montando. Y llamarlo como queráis, pero eso me éxito.
Aunque en el fondo también me molestaba un poco. ¿Quién se creía él para decir que soy su chico y espantarme a los chicos a mí alrededor? Vale que estuviera bueno, pero él no tenía ningún derecho sobre mí.
- Vale, vale – se despidió el chico alzando las dos manos en forma de disculpa.
- ¿A qué ha venido eso? – le recrimine algo molesto, pero a la vez excitado por la cercanía de nuestros cuerpos.
- A nada – dijo haciéndose el desentendido, acercándome más a su cuerpo y mis neuronas una a una se comenzaron a achicharrar por el calor que salía de su cuerpo. Sentía como mis piernas se derretidas y en la boca del estómago un sinfín de mariposas revoloteando. - simplemente que no me gusta que te toquen - dijo seriamente refunfuñando y ciñendo el cejo, como si de verdad creyera lo que decía. La verdad, me daba igual como se pusiera siempre que siguiera pegado a mí.
Le mire a la cara y no pude aguantar la risa. Estaba mirándome serio como si en realidad yo fuera de su posesión.
- ¿Qué te hace tanta gracia? – pregunto molesto, bajando la mirada, para mirarme fijamente a los ojos, y pude ver algo distinto en ellos, pero en estos momentos, mi cerebro se había ido de vacaciones, así que no le di mucha importancia.
- Bueno teniendo en cuenta que no soy tú chico y ver la cara que tienes, pues termina pareciendo la perfecta combinación de un chiste – le conteste aun riéndome y provocándole.
Yo notaba que el alcohol me había subido, porque ni yo mismo sabía que era lo que estaba haciendo. Mis caderas volvieron a moverse al ritmo de la música y seguí provocándole con el contoneo de mi cuerpo, mirándole a los ojos y sin saber que hacia saque la lengua para lamer mi labio superior. Los sentía secos y quería que me los humedeciera con su propia boca. Esos labios me estaban haciendo llegar al límite de la cordura.
Diego sujeto mi cintura con una mano pegándome más a su cuerpo, hasta hacerme sentir su propia erección y con la otra mano libre me agarro el cabello obligándome a alzar la cara hacia más él. Esa sensación de dominación recorrió mi cuerpo, llegando hasta mi ingle y sacándome un gemido de mis labios.
- Bueno, teniendo en cuenta que llevas media hora provocándome y que mi cuerpo solo está reaccionando contigo – pego más su cuerpo al mío para que yo sintiera que estaba igual de duro que yo - Si eres mi chico, así que deja de provocarme. – dijo muy cerca de mi oído, separándose de mi cara con una risa de satisfacción en los labios, al oír como de mi boca salían pequeños jadeos.
Una corriente eléctrica recorrió mi espina dorsal al sentir como me susurraba esas palabras al oído y oler su perfume al tenerlo tan cerca, hizo que todo pensamiento coherente se esfumara de mi cabeza. Todas mis terminaciones nerviosas se pusieron en alerta, deseaba que me besara, pero en vez de eso Diego tiro de mí hacia la salida.
- Es...espera Diego – reaccione cuando tiro de mí y le decía atropelladamente intentando seguirle los pasos - ¿Dónde vamos?...los chicos están...
Al llegar a la puerta de salida Diego tiro de mí y me beso. Deje de hablar al instante, ya que me había sorprendido ese beso. Era un beso dulce y amargo que me estaba dejando sin aliento, comencé a relajarme y abrí más los labios para dejar que la lengua de Diego entrara en mi boca. Él comenzó a jugar con mi lengua con un ritmo despacio pero arrollador, que estaba nublando todos mis sentidos. No sabría decir cuánto tiempo duro el beso, solo sabía que los labios de Diego eran suaves, carnosos y que el sabor de su saliva mezclada con su aroma a sándalo con canela, junto al Gin Tonic que antes había estado bebiendo, estaban haciendo estragos en mis sentidos y en mi cuerpo. Sin darme cuenta gemí de placer al sentir como la lengua de Diego no dejaba de jugar con mis labios y antes de pudiera saborear más esa sensación éste interrumpió el beso. Proteste, al sentir la distancia y le mire.
- ¿Ya te has callado? – me pregunto con un pequeño jadeo con la frente pegada a la mía.
Todo pensamiento racional que me quedaba, en ese momento se fue al ver reflejado en sus ojos mi propio deseo y solo pudo asentir.
- Bien, entonces vamos – comento con una sonrisa y volvió a tirar de mí hacia la calle.
Diego me llevaba de la mano hacia los aparcamientos donde se encontraba su coche, era un Dodge Charger SRT8 rojo. Al llegar a él, dio la vuelta para abrirme la puerta, esperando que entrara.
- ¿A dónde vamos? – pregunte algo nervioso, aunque ya sabía o suponía la respuesta, pero estaba tan nervioso que mis pensamientos no coordinaban
- A mi casa – me respondió cerrando la puerta.
Una vez dentro del coche Diego encendió el motor y sin volver a mirarme salimos del aparcamiento. Yo estaba nervioso no sabía qué hacer ni que decir, para terminar con mi tranquilidad Diego encendió la radio del coche en el canal “Europa FM” y estaban poniendo una canción de Rihanna “Where have you been”.
“I´ve was everywhere, man. Looking for someone. Someone who can please me. Love me all night long. I´ve was everywhere, man. Looking for you, babe. Looking for you, babe. Searching for you, babe. Where have you been? Cause I never see you out. Are you hiding from me, yeah. Somewhere in the crowd? …”
“He estado en todas partes, hombre. Buscando a alguien. Alguien que me pueda por favor. Ámame toda la noche. He estado en todas partes, hombre. Mirando para ti, nene. Mirando para ti, nene. Buscándote a ti, nene ¿Dónde has estado? Porque nunca te he visto salir. ¿Te estas escondiendo de mí, si, en algún lugar entre la multitud?...”
“En mejor momento no podía sónar esa canción” – pensé para mí, era la primera vez que conocía a alguien que nublaba todos mis sentidos y hacia que mi cuerpo reaccionara de esa manera. Tenía 21 años y en todo ese tiempo me había mantenido virgen gracias a la presión que ejercía mi padre sobre mí y también porque en esos años nunca me había interesado de esa manera por otra persona. Si, era gay, lo sabía desde los 16 años, pero yo estaba más interesado en ser un hijo ejempla cara a mis padres y a su entorno, que dejarme llevar por los placeres de estar con otro chico.
Media hora más tarde llegamos a casa de Diego. Se encontraba en la Moraleja; un chalet que desde fuera podía apreciarse la gran estructura de la casa, llegamos a un portón lateral y Diego presiono el mando a distancia para abrir el garaje. Al entrar me fije que allí había dos coches más y aún quedaban dos plazas libres.
- ¿No vives solo?- pregunte algo inquieto.
- Ohh, sí. ¿Lo dices por los coches? – pregunto apagando el motor - Uno es de mi hermano que a veces viene a quedarse a gorronearme la comida y a fastidiar un poco.
Eso no me tranquilizaba en absoluto, al contrario me ponía más nervioso, el saber que estaríamos solo, pero en el fondo de mí me alegre de que así fuera, ya que podría hacer todas esas fantasías que llevaba toda la noche recopilándose en mi cabeza, pero eso no quitaba el hecho de que estuviera nervioso, teniendo en cuenta que era mi primera vez y más importante; aún no le había dicho a Diego que era virgen, eso me inquietaba aún más. ¿Cómo va a reaccionar al saberlo? Tal vez me diga que me vaya. Comencé a estar realmente asustado, nunca he dejado que otras personas me toquen, a no ser de mi familia o amigos, pero con Diego era algo nuevo para mí, era lo que siempre había deseado y por cómo me miró en la discoteca, pienso que siente lo mismo, ¿no?
- ¿Estás bien? Te veo intranquilo – dijo abriendo la puerta del coche para salir.
- No...No es nada – respondí desviando la mirada para que no viera lo ruborizado que estaba, abrí la puerta y salí del coche.
Diego dio la vuelta al coche quedándose a mi lado y se acercó a mi oído para susurrarme:
- Relájate, no voy a comerte, bueno no aún no – se apartó sonriendo al ver cómo me sonrojaba del todo, no me estaba ayudando nada Diego en ese momento - Bueno, ¿vamos?
- Ah...ah si – respondí cuando pude encontrar mi voy, me sentía más nervioso aun, pues el comentario de Diego estaba muy lejos de hacer que me relajara, más bien todo lo contrario y si a eso le sumamos el olor afrodisiaco que desprendía, estaba planteándome seriamente salir corriendo de allí. Pero mi cuerpo no me hacía caso y aún seguía mirando la ancha espalda de Diego y ese perfecto culo enfundado en sus vaqueros.
Entramos en la casa por una puerta que comunicaba directamente al salón. Al entrar me quedó mirando la distribución del salón, muy amplio y bien ordenado. En el centro había un sofá en forma de L blanco de 5 plazas, una mesilla y una televisión de 72". Al otro lado vi una estantería llena de libros y el comedor con una amplia mesa de cristal. Me fije que no habían muchos más detalles, como fotos y esas cosas que suelen haber en las casas.
- Está un poco vacía – dijo Diego mirando como examinaba la casa – la verdad es que me he mudado hace poco. Antes vivía con mis padres así que aún me queda un poco que decorar.
- La verdad es que es bonita – respondí con una sonrisa - y para ser un chico la tienes bien ordenada. – pensaba que era un poco grande para una solo persona, pero me lo reserve.
- Si, bueno tengo a una chica que viene dos veces a la semana a limpiar y tampoco es que pare mucho en casa. Trabajo en el despacho de abogados de mi padre y no tengo mucho tiempo para estar aquí – dijo apartándose para dirigirse a la cocina - ¿quieres algo de beber?
- Si por favor, un vaso de agua – respondí acercándose también - es la primera vez que bebo y esos mojitos ya han hecho estragos en mis neuronas – me reí de mí mismo, porque sabía que estaba un poco mareado, pero no me encontraba mal.
Lo que quería era que Diego dejara de hablar y volviera a besarme como lo había hecho en la discoteca. Mis labios aun hormigueaban cuando le miraba. No podía apartar la vista de él, ella había tomado vida propia y le seguía en cada movimiento que hacía. Trate de relajarme y me senté en uno de los taburetes. Intentando concentrarme en la decoración de la cocina.
La cocina era estilo americano con una amplia barra, 4 taburetes y en el centro una mesa. Seguí mirando a mi alrededor, pero aún me sentía nervioso, no sabía que hacer o que decir así que preferí mantenerme en silencio, tampoco es que quisiera saber mucho de la vida de Diego. Ya que a mí solo me interesaba una cosa, era que me amasen una noche y si era con ese moreno que, terminaría quemando todas mis neuronas con ese cuerpo, bueno estaba más que bien.
Diego fue a la nevera para sacar una botella de agua, abrió unos estantes sacando dos vasos limpios y volvió con ellos donde me encontraba. Sonreí para mí al recordar que me había dicho que era abogado. Yo de hecho estaba estudiando la misma carrera y mi padre quería que trabajara en el despacho familiar. Aunque nunca le había llevado la contraria, odiaba a las personas con las que mi padre se relacionaba; personas corrupta y con muchos recursos.
Lo que yo quería era poner mi propio despacho en el que pudiera defender aquellas personas inocentes que no tuvieran los recursos para pagarse un buen abogado. Recordando con eso que tarde o temprano tendría que enfrentar a mi padre, diciéndole, primero que cuando terminara la universidad no trabajaría en su despacho, si no que me montaría el mío propio. Y segundo pero no menos grabe, si no el peor de todo, como para que me desheredara y me echara de la casa. Era decirle que era gay y que no me casaría con ninguna mujer de las que él ya había investigado para mí. Él quería que me casara con alguien que aportara algo al despacho y yo aún no le había comentado mi inclinación sexual, además yo era partidario de encontrar a mi persona predestinada y sabía que cuando se lo dijera le daría un infarto.
- Puedes ponerte cómodo si quieres, puedo dejarte algo – escuche que me decía Diego, sacándome de mis pensamientos, por el momento.
- No gracias estoy bien así – lo que en realidad quería era que empezará a ponerme él mismo cómodo con sus manos y esa boca. Desvié la mirada para que no viera por donde iban mis pensamientos y que no notara el bulto que había empezado a crecer en mis pantalones.
- Vale pero yo si voy a ponerme cómodo, ¿me esperas aquí? – dijo dirigiéndose a una puerta lateral del salón
- Si, si no te preocupes – respondí desde la cocina.
Me dirigí a mi habitación, mirando hacia atrás por si Zack había cambiado de opinión, pero no fue así, desistí de esperar y me dirigí a mi armario empotrado para sacar un pantalón de chándal ancho que me caía en la cintura y una camiseta de tirantes. La verdad era que se lo agradecía, porque verle sentado en mi cocina mirándome con esos ojos color miel, dejándome ver en ellos el mismo deseo que me estaba consumiendo a mí y ver como bebía agua, de la forma más sensual que había visto, estaban acabando con el poco autocontrol que me quedaba desde que habíamos salido de la discoteca. Y la verdad aun pienso como no me perdí en el momento que bese sus labios. Creía que me consumiría, haciendo que esa sensación bajara hasta mi entrepierna comenzando a pedir a gritos que la aliviaran
Parecerá grosero, pero es cierto, ese beso fue uno de esos que te das con alguien especial y cuando vuestros labios se tocan, recorre todo tu cuerpo, haciéndote creer que el suelo tiembla bajo tus pies y te ponen el cabello de punta. Tuve que apartarlo de mí o no hubiéramos llegado a mi casa y la verdad es que no quería que su primera vez fuera así. Aunque el aun no me lo había dicho, yo lo había notado a lo largo de la noche. Solo tenía que ver como reaccionaba cuando me tenía cerca, ya era pista más que suficientes para mí.
En el camino de regreso a mi casa, me había mantenido callado sin mirarle. Ya que no sabía si mi control aguantaría verle otra vez esos ojos de color miel, mirándome con ese deseo, con el que me miro cuando puse fin aquel beso. Tenía que dejar de pensar en eso o volvería al salón y me lo traería a rastras si fuera preciso. Aunque no lo veía necesario, él vendría por su propia voluntad, ya que no había apartado los ojos de mí mientras me movía por mi cocina, haciendo que su mirada me pusiera duro y quería levantara de aquel taburete, para hacerle el amor allí mismo. Borre esa imagen de mi cabeza, porque mi entrepierna volvía a pedir atención.
Deje todo sobre la cama y fue abrir las cortinas del ventanal que daban a la terraza y a la piscina. La había dejado iluminada para que entrara algo de luz a la habitación. Busque en mis cajones del al lado de mi cama para sacar unas velas de olores que tenía para ciertas ocasiones, la verdad eso lo merecía. Tenía tantas ganas de quitarle todas las prendas que llevaba Zack y dejarle desnudo sobre mis sabanas de satén negro. Harían un buen contrate con su color canela, con su cuerpo delgado y delicado. Se me estaba haciendo la boca agua, no veía el momento de llevarlo a mi habitación y devorarle poco a poco.
Tome unas cuantas velas, colocándolas estratégicamente por toda la habitación y empecé a desnudarme, quedándome solo con los bóxer negro. Cuando volví a girarme a la ventana, ahí está ese endemoniado chico, con sus pantalones caídos a la cintura y esa camiseta de tirantes ajustada, mirando distraídamente la piscina. Volví a calentarme al verle, como era posible que sintiera esa atracción por alguien que acababa de conocer, mi cuerpo me gritaba que fuera hacia él y lo desnudara allí mismo reclamándolo como mio, pero todo llegaría. Ahora solo tenía que hacer que perdiera el miedo y se entregara totalmente a mí. Me quede unos minutos admirándole, hasta que me percate que se giraba hacia mi habitación. Me di la vuelta rápidamente haciendo como si me estuviera cambiando aun y deje que me observara de lejos.
- Mírame – dije en susurros - pronto tendrás este cuerpo rodeando todo ese cuerpecito delicioso que tienes – sonreí con malicia. Le enseñaría que no siempre se puede provocar a un lobo muerto de hambre, y yo desde que lo había conocido, parecía un león enjaulado, viendo de lejos la comida sin poder saborearla. Pero eso pronto tendría solución si yo tenía algo que decir al respecto.
Sabía que a Zack le gustaba, llevaba toda la noche ruborizándose como una colegiala de 15 y sin apartarme la mirada y saber que era virgen, hizo que me encaprichara más en él. Saber que el chico que no dejaba de rondar mis sueños, durante un tiempo, me había estado torturando toda la noche con sus movimientos y esa sensualidad que desprendía por cada poro de su cuerpo seria mío; me excitaba más de lo que nunca me hubiera imaginado, al saberme su primer hombre. Deje de pensar es eso, porque comencé a ponerme más duro de lo que ya estaba y si no era capaz de tranquilizar mi lívido 5 minutos, terminaría con un caso grabe de huevos azules.
Al final decidí vestirme solo con los pantalones y salir sin camiseta, ya tenía demasiado calor como para ponerme más ropa, pero antes de salir encendí todas las velas, dejando la habitación iluminada, con olor a canela y sándalo el mismo olor de Zack. Salí de la habitación y allí estaba otra vez, sentado inocentemente en uno de los taburetes con la mirada perdida y las mejillas rojas.
Ya que me había quedado solo, sentía la curiosidad de fisgonear un poco la casa de Diego. Me gustaba, era grande y bien distribuida. Me levante del taburete y me dirigí a una puerta que al parecer daba a una terraza con una piscina enorme, con cuatro tumbonas, una barra de mini bar, varia plantas que le daban un toque caribeño y exótico. Decidí salir fuera así el aire fresco también refrescaba mis hormonas. Y creo que si lo que quería era relajarme, esa fue la peor idea que había tenido.
Al salir me quede maravillado con la imagen de aquella terraza. Pensé que cuando tuviera mi casa la decoraría así, eso hizo que recordara que yo que aún vivía con mis padres junto a mi hermana Leti 4 años mayor que yo, mi abuela Sofía y mi pequeño sobrino de un año, Thomas. Él era la única alegría que entraba en aquella casa llena de discusiones y enfados de mi padre hacia Leticia por haberse quedado embarazada con 25 años y la cual no le había dicho quién era el padre de Thomas. La verdad es que eso a mi hermana le daba un poco igual y no le hacia la mayor importancia, eso creerme, enfurecía más a mi padre. Después estaba mi abuela que era la única con la que yo tenía la suficiente confianza como para contarle que era gay. Ella me comprendía y nunca me juzgaba, al contrario me animaba para que saliera del armario, me contaba historias donde me decía que yo tendría que elegir mi camino, encontrando a la persona predestinada para mí. Me contaba historias de sus antepasados, pero al igual que mi familia nunca le preste mucha atención. Mi madre decía que eran delirios de persona mayor. Además a menos que quisiera que mi padre me echara de casa y me retirara el apellido, más me valía mantener mi secreto bajo llave.
Seguí en mi mundo y me voltee hacia la ventana de lo que parecía ser una habitación. Me acerque un poco y mi corazón empezó a latir tan rápido que creí que se me saldría del pecho. Diego estaba solo con unos bóxer negros despalda a mí, y mi entrepierna empezó a palpitar y todas mis terminaciones nerviosas despertaron haciendo que casi me diera un infarto.
- ¡Dios mío…! – gemí y me tape la boca pues las palabras me salieron sin pensar y no quería que Diego me pillara mirándole desde allí.
Ese cuerpo tenía que haber estado prohibido. Con ese culo respingón, sus piernas largas y sin bello corporal, quería saber dónde más había ausencia de bello; esa espalda ancha, me dejaron totalmente sin aliento y con una erección de campeonato. Decidí que ya me había recreado bastante en ese espectáculo, así que volví a mi lugar de origen antes de que Diego volviera a salir.
Me quede sentado en el mismo taburete que antes, bebiendo sorbos de agua a ver si se me pasaba la calentura antes de que Diego saliera y no me viera así. Me tranquilicé un poco, pero mi tranquilidad duro poco cuando le vi salir de la habitación solo con un pantalón de chándal caído en esas caderas estrechas y apetecibles. Seguí repasándole y en serio no sé cómo no me dio un ictus allí mismo al ver su torso descubierto marcado por unas tabletas de chocolate “Mmm chocolate blanco” pensé para mí, y un tatuaje que le llegaba desde el ombligo hasta parte de la ingle que se divisaba por los pantalones. Sin darme cuenta de lo que hacía me lamí los labios, porque tenía la boca reseca de tanta baba que se me había caído, sonreí pensado que había hecho un charco yo solito.
- ¿Te gusta lo que ves? – me pregunto, pero yo aún estaba en las nubes y recreando mi vista con ese cuerpazo.
- ¿Per...perdón? – dije confuso, no entendí a que se estaba refiriendo, porque mis ojos estaban en su cintura y en ese tatuaje que me gritaba que lo saboreara.
- ¿Qué si te gusta lo que ves? – volvió a repetir con una sonrisilla burlona
Me avergoncé tanto al ver a que se refería, que desvié la mirada al vaso de agua y no le conteste. Dios estaba tan avergonzado que me sudaban las manos. No me fijé en que momento Diego se había movido pero ahora se encontraba detrás de mí acariciándome la espalda y besuqueado mi cuello. Eso hizo que me tensara y me retirara del calor de su contacto.
- ¿Qué pasa? ¿Estás bien? – me pregunto algo sorprendido por mi reacción, hasta yo estaba sorprendido.
- Si… bueno…yo – no sabía cómo coordinar las palabras
- Si, ya lo sé – me dijo al oído y mi cuerpo tembló por las cosquillas que me hacia el aliento de Diego en la oreja - sé que eres virgen. – termino con una sonrisilla.
Me levante como un resorte, mass por la vergüenza que por otra cosa. Intente alejarme de él para que no viera que estaba tan avergonzado que no podía mirarle a la cara, pero él no me dejo, sujeto mi brazo he hizo que pegara mi cuerpo de frente al suyo, tomo mi barbilla con una mano y me obligo a que le mirara.
- Está bien, no pasa nada – me dio unos besos cortos en los labios y volvió a sonreírme para que me relajara
- ¿No te importa? – le pregunte entre avergonzado y aliviado a la misma vez - ¿No se te hace raro que un chico de mi edad aun sea virgen?
- Bueno la verdad, si – me abrazo más fuerte cuando yo intente escapar de nuevo y siguió hablando - Pero no sé por qué eso me gusta – volvió a besarme pero esta vez con más intensidad - me siento posesivo cuando estoy contigo y no quiero que nadie más te tenga. Necesito tenerte ahora o no voy a ser capaz de controlarme después – mordió mi lóbulo de la oreja y paso la lengua por mi cuello saboreándome.
Suerte que me tenía agarrado o mis piernas no hubieran sido capaz de sujetarme. Tenía el cuerpo de gelatina, y me entrepierna más abultada si cabía.
- Ven – me soltó para cogerme de la mano y llevarme al sofá.
Proteste por la lejanía, pero le seguí sin oponer ningún tipo de resistencia, perdido en esa espalda y esos brazos que hacía apenas un segundo me estaban dejando sin reparación. Diego se sentó con la espalda apoyada en el reposabrazos y me hizo seña para que me sentara entre sus piernas. Así lo hice y apoye mi cabeza en su ancho hombro y me deje acariciar el pelo que aún se mantenía trenzado.
- Y dime – empezó a desatarme la trenza y a meter la mano entre mis cabellos, eso me estaba dejando sin ideas y sin raciocinio - ¿Cómo un chico como tú con esté cuerpo que me lleva matando toda la noche, aún es virgen? – pregunto, susurrándome al oído.
- ¿Te estas riendo de mí? – me revolví algo molesto en el sofá. Como podía decir que tenía un cuerpo de infarto cuando yo solo veía a un chico demasiado delgado para mi edad, con el cabello demasiado largo y sin un ápice de sensualidad. Intente levántame pero me retuvo otra vez pegándome a su cuerpo.
- ¿Por qué dices eso? – me dijo cariñosamente besándome la cabeza
- Tal vez porque no vemos a la misma persona – le respondí aun algo molesto, pero volvía a relajarme bajo el toque de sus manos.
- En serio, me estás diciendo que tu no vez lo increíblemente guapo que eres – me ruborice con sus palabras pero suerte que estaba despaldas a él y no podía verme - no ves cómo me pones solo de tocarte, o no has visto esta noche a todos esos tíos que babeaban por tenerte – dijo entre dientes y en realidad no lo entendía del todo por qué se había enfadado, pero lo deje pasar.
- No, la verdad es que nunca me he considerado llamativo y tampoco presto mucha atención a las personas que pasan por mi lado. – comente avergonzado, no me gustaba decirle esas cosas.
No quería que pensara que era un marginado, aunque la verdad sí que lo era un poco, por mis propios complejos. No me gustaba acercarme a otras personas que no fueran de mi entorno familiar y de amigos. Diego hizo que me levantara, tirando de mí hacia su habitación sorprendiéndome, al entrar me llego un olor afrodisiaco de canela con algo más que en ese momento no pude identificar. Me fije que la habitación estaba iluminada con unas velas colocadas en las mesitas de noche, vi una cómoda que daba frente a la cama con un espejo grande y otro espejo de cuerpo entero en uno de los armarios.
Me llevo ante el espejo de cuerpo entero y se colocó detrás de mí obligándome alzar la cabeza para que me mirara en él. Lo que vi me éxito, ese contraste de color entre nosotros, Diego sacándome una cabeza de alto, yo me sentía tan pequeño y vulnerable entre esos brazos fuertes. Nuestras miradas chocaron atreves del espejo, sus ojos azul eléctricos ahora estaban más oscuros, hablaban de deseo y prometían una noche de sexo desenfrenado.
- ¿Ves ahora lo que yo llevo mirando toda la noche? – me beso en el cuello sin apartar los ojos de los míos, haciéndome temblar en su toque – quiero que veas lo que yo veo – dijo deslizando una mano bajo mi camiseta y la otra al cinturón de mis pantalones, mientras seguía besándome desde la oreja hasta el cuello.
Yo ya no pensaba en nada mas, solo quería que siguiera besándome y terminara con aquella tortura visual, que para ser sinceros me estaba excitando más de lo que yo había creído. Saco mi camiseta, obligándome a que levantara las manos, haciendo que se me quedara enredada en los brazos. Cuando fui a sacármela me detuvo en esa posición anudándola a mis muñecas y llevando mis brazos a su cuello. En esa posición me sentía expuesto a su mirada de lobo hambriento y al toque de sus manos.
¿Cómo podía decir que no veía lo mismo que yo? Me preguntaba mientras veía a Zack en el espejo. Veía la imagen de un chico exótico con un cuerpo de infarto, con esas caderas delgadas y sus pezones color chocolate, que se izaban dándome la bienvenida, agarrado a mi cuello de aquella manera tan sensual y con sus ojos vidriosos, como si estuviera a punto de llora. No sabía porque pero verle apunto de rogar, me calentaba más por segundos y solo quería verlo llorar y suplicar por más. “Sí sigue así no creo que mi autocontrol se mantenga a flote”, me decía mientras deslizaba una mano desde su cuello hasta sus tetillas. Zack ya estaba duro, se le notaba en los pantalones y emitía pequeños gemidos cuando mi mano rozaba su cuerpo. Pegue más mi erección a ese culo prieto, para que sintiera que yo también estaba igual que él, movió sus caderas para facilitar el roce y pensé que él me estaba matando sin saberlo. Verle en esa pose de sumisión, con los ojos nublados por la pasión, eso gemidos que se escapaban de sus labios medio abiertos, me estaban llevando a mi límite. Cogí uno de sus pezones entre mis dedos y rote sobre el mismo dándole un pequeño tirón. Zack siseo y gimió a la vez, haciendo que a mi entrepierna llegara un latigazo poniéndome más duro aun. Volví hacer la misma operación con el otro pezón y recibí la misma respuesta.
- Diego…por favor – me suplicaba con los ojos llorosos y demasiado excitados como para resistirse.
- Estaba bien, iremos despacio - “Ohh y tanto que sí”, pensé para mí, yo quería ver cada una de sus reacciones antes de perderme en su cuerpo.
Baje mis manos para desatarle los pantalones y dejar que resbalaran por sus piernas dejándole solo con un bóxer color rojo y una erección demasiado evidente para esconderla. Zack aparto la cara del espejo, pero le obligue a mirar de nuevo, sus pupilas estaban dilatadas, sus labios entreabiertos que me suplicaban por que siguiera torturándole así.
No le hice esperar, lleve una mano a uno de sus pezones y con la otra toque su erección por encima del bóxer. Él volvió a gemir esta vez más fuerte y se mordió el labio. Me estaba encantando verle de aquella manera tan sensual y sumisa. Lo quería para mí, no quería que otro tocara el cuerpo de Zack, él ya me pertenecía.
- ¿Te gusta? – le pregunte al oído, y sentí como se estremecía pero no me contesto - ¿Quieres más? – le provoque pasando mi lengua por su cuello.
- Si…si – contesto entre gemidos al notar como mi mano se metía por debajo de su bóxer y tocaba su erección, ya estaba mojado y eso me éxito aún más.
- ¿Qué quieres? – volví a preguntar masajeándole de arriba abajo la erección, haciendo que soltara gemidos de placer - Si no me lo dices voy a parar – le amenace para que me hablara, necesitaba escucharle y saber que eso le estaba consumiendo al igual que a mí.
- Diego por favor… quiero más – lloriqueo moviendo las caderas para que incrementara el movimiento.
- Dime que es lo que quieres exactamente – pare de mover la mano instándole a decirme que era lo que necesitaba, saque la mano de su bóxer y las lleve a mi boca.
Mire al espejo para encontrarme con la mirada de Zack, quería que viera como de bien me hacía sentir tenerlo en mis brazos. Pase mi lengua por los flujos que goteaban de mis dedos y vi como a Zack se le agrandaban los ojos, haciéndolo sollozar y gemir.
- Te…te necesito a ti – hablo entrecortado - necesito que me toques más.
- ¿Así? – pregunte moviendo mi mano otra vez y precisándole un pezón. Zack soltó otro gemido pegándose más a mi cuerpo
- Ohh si, si por favor – se retorcía contra mi erección - dios deja de torturarme o me voy a volver loco – jadeaba y lloriqueaba por la necesitadas de correrse.
No quería que se corriera aun, quería verle un poco más, así que baje su bóxer y deje libre su erección. Contuvo el aire cuando lleve mis dedos a la punta de su pene, haciendo círculos sobre este, dejándolo cada vez más sensible y húmedo.
- Dios… - no le salían las palabras – estas matándome, deja que me corra.
- Pídemelo adecuadamente – mis palabras salieron de mi boca con un tono autoritario y una vena sádica, que al igual que el resto de mis sentimientos de aquella noche no sabía que tenía, pero me estaba gustando más a cada minuto que pasaba.
- Por favor, por favor, deja que me corra, ya no aguanto más – se retorcía y lloriqueaba entre mis brazos.
Se lo concedí, le desate las manos, llevándoselas a su propia boca para que la mojara con saliva y después se la lleve a su propia erección.
- Tócate – le ordene, haciendo que pareciera más severo de lo que pretendía.
Zack me miro confundido desde el espejo, haciendo que sus pupilas se dilataran más y su piel comenzara a estar más caliente.
- ¿Cómo dices? – me pregunto abriendo sus ojos color miel y un ligero rubor en sus mejillas.
- Que si quieres correrte, tendrás que hacerlo con tus manos – le repetí, apartando mis manos de su erección y mirándole a los ojos.
Esperaba que lo hiciera, me moría de ganas de ver como se tocaba para mí y no me decepciono. Llevo sus manos temblorosas a su pene y comenzó a masajearse, regalándome pequeños jadeos y gemidos por el placer que el mismo se daba. Esa noche pensé que me habían regalado la mejor visión del mundo.
- Si quieres correrte, vas a tener que tocarte para mí – me sonrió desde el espejo y aparto sus manos de mi erección que pedía a gritos que la atendieran.
Lleve mis manos temblorosas a mi erección, tenía la vista nublada por las lágrimas de deseo, la excitación y la provocación que yo mismo estaba haciendo con mi imagen ante el espejo, y comenzó con movimientos lentos, viendo como los ojos de Diego cada vez se hacían más oscuros. La sensación de ser observado por otra persona mientras te masturbas delante de un espejo, es verdaderamente excitante. Desvié la mirada y comencé a tocarme pero Diego tenía otros planes y así me lo hizo saber.
- No desvíes la mirada – me dijo mordiéndome el lóbulo de la oreja dándome una nalgada, no muy fuerte, pero me calentó más - Quiero que te veas como yo te estoy viendo ahora – volvió a besarme el cuello.
Volví a mirar nuestros reflejos, las manos de Diego estaban en mis pezones torturándolos y su mirada fija en lo que yo hacía. Cogí mi pene y lo empecé a masajear más fuerte de arriba abajo, soltando gemidos de placer. Me estaba consumiendo bajo mis propias manos y la mirada de ese hombre maléfico que sonreía al ver mi desesperación por llegar a la liberación. No pude aguantar más, los primeros espasmos me llegaron y mi liberación llego sin avisar. Me temblaron las piernas y apunto estuve de caerme si Diego no me hubiera sujetado por la cintura.
- Lo has hecho bien – oí como me decía sujetándome en brazos y llevándome a la cama.
Se sentó conmigo en sus piernas, acariciándome la espalda desde la nuca hasta el principio de mis nalgas, dándome pequeños besos en el cabello y aspirando el aroma de este. Yo por mi parte me recree aspirando el aroma masculino de su pecho, donde tenía mi cabeza apoyada. Diego me abrazaba y me decía cosas cariñosas para que me calmara. Mi respiración fue regulándose poco a poco y Diego se tumbó conmigo en la cama, abrazados se sentía bien, estar metido entre esos dos brazos, se sentía como si estuviera en casa después de un largo día. Diego con una mano me tenía agarrado de la cintura y con la otra masajeaba mi espalda desde mi cuello hasta el nacimiento de mis nalgas. Yo estaba tan relajado que creía imposible volverme a excitar con esas caricias, pero estaba totalmente equivocado.
Diego seguía masajeándome, pero ahora lo hacía por la abertura de mis nalgas mientras me susurraba al oído cosas tiernas y otras no tan tiernas.
- Quiero besarte – me decía bajito al oído - quiero lamer tus labios y mordisqueártelos. Esos labios me vuelven loco Bebé. – dijo dándome un pequeño beso
Con cada palabra que decía, la carne se me ponía de gallina y de mi boca salían pequeños jadeos. Mi pene ya se estaba poniendo duro, entre la fricción de su pene, sus dedos jugando con mi abertura y su boca haciendo estragos en mi oreja, ya me había vuelto a excitar sin la necesidad de que me tocara.
Diego siguió jugando con mi trasero y con la otra mano libre me cogió del pelo dándome un pequeño tirón para que alzara la cara a sus labios. El primer lametazo que me dio en los labios me llego hasta mi ingle y me pene dio un respingo de aceptación, más un gemido de regalo. Diego volvió a lamerme y a mordisquearme el labio inferior.
- ¿Te gusta? – me pregunto dándome otro mordisco en el labio y tirando del hasta que volví a gemir - ¿quieres más, eh? – comento sonriendo, viendo como cerraba los ojos y me recreaba en esa sensación.
- Uhum… - fue lo único que le conteste, estaba tan absorto en sus caricias y besos que a todo lo que él me preguntara yo le diría que si, además todo lo que hacía me encantaba.
- Pues vamos a darle a tu cuerpo un poco más de esto… - agarro mi trasero con fuerza y levanto su mano para luego dejarla caer en mí, haciéndome chillar y protestar por la picazón del momento.
Eso me pico un poco y gemí de dolor, pero a la vez mis caderas tomaron vida propia y se movían en busca de otro pequeño azote y Diego no me hizo esperar. Me dio otro azote más fuerte y chille de dolor, pero dios me estaba volviendo loco con cada azote.
Me separo de él para quitarse los bóxer y cuando su erección quedo libre, reconozco que me asuste. Era el pene más grande que había visto o bueno eso fue lo que me pareció en ese momento. La mía no era pequeña, me media 18cm, con dos y medio de grosor y aunque parezca ridículo, me enorgullecía de ella. Pero ver la de Diego que me ganaba por dos cm y medio dedo de grosor, empecé a temer que fuera a desgarrarme, pero en el fondo me encanto ver ese tamaño. Me sentó sobre sus piernas, tirando de mi cabello hasta que mi vista quedó a la altura de la suya y volvió a azotarme. Le pedí que me azotara más fuerte. El me pregunto que si en serio era virgen y comencé a sonreír diciéndole que sí. Volvió a tomarme del trasero y con su mano libre comenzó a masajearme mi entrada. De la mesita de noche alcanzo un pequeño bote de lubricante, se unto en los dedos y comenzó a trabajar mi abertura.
El primer dedo me dolió, fue lo que más me había dolido de todos sus azotes, me tense a su alrededor y deje salir un gemido de dolor. Esperó a que yo me relajara regalándome besitos y mordiscos en el cuello, sentí como mis músculos se relajaron otra vez y cuando Diego comenzó a mover su dedo lentamente dentro de mí. El dolor comenzó a pasar y ahora solo estaba empezando a sentir placer, junto con los mordiscos que Diego me estaba dando en el hombro, estaba haciendo que me excitara mucho más que antes. No sé cuándo introdujo otro dedo, pero este dolió menos y siguió moviéndolo hasta conseguir meter un tercer dedo. Gemí en su oído y el saco los dedos de mi interior.
- Voy a entrar ya – me dijo bajito y coloco la cabeza de su pene en mi abertura moviéndola en círculos. – No sé cuánto tiempo voy a poder aguantar – me comento apretinado los dientes cuando su miembro comenzó a entrar en mi sacándome gemido de placer de mis labios.
Estaba haciendo que perdiera el control y no quería correrme sin tenerlo dentro, así que empecé a mover mis caderas cuando volvió a azotarme, haciendo que me desesperara, moviera mis caderas hacia abajo, instándole a que cada vez entrara más, lo necesitaba ya dentro así que se lo hice saber.
Diego me sujeto de la cintura y de una solo estocada entro en mi provocándome un dolor insoportable. Chille tan fuerte hasta donde mi voz cedió, me deje caer temblando y adolorido en su pecho. Si creía que los dedos me habían dolido, esto acababa de dejarme fuera de juego, o eso pensé.
Después de esa sección de auto enloquecerme haciendo que Zack se masturbara para mí en el espejo, me lo lleve a la cama. Quería tocarlo un poco y hacer que se relajara en mis brazos. Había sido lo mejor que había visto en mucho tiempo; ver como Zack llegaba al orgasmo auto infligido y oírlo gritar de placer al llegar, casi habían logrado que me corriera solo de verlo. Lo recosté entre mis brazos dejándome vía libre para poder tocarlo a mi gusto. Cuando le di el primer azote, Zack chillo de dolor pero a la vez movió sus caderas buscaba otro azote más. Cuando vi a Zack en la discoteca sabía que era tímido y no le gustaba ser el centro de atención y eso en el fondo me gusto. Pero nunca imagine que detrás de esa timidez se escondiera una pequeña pantera virgen, con gustos sádicos. Volví azotarle y esta vez un poco más fuerte que la vez anterior, sacándole un chillido y un gemido a la vez, eso me calentó mucho más que antes y creerme eso hubiera jurado que era imposible. El bóxer ya me estaba apretando y necesitaba liberar mi excitación que terminaría rompiendo el bóxer.
Lo aparte por las caderas para poder quitármelos bóxer que me tenía aprisionado. Cuando mi erección quedo libre, Zack abrió mucho los ojos mirándome, en ese momento me enorgullecí de mis 20 cm. No es que fuera presumiendo de miembro pero verle la cara a Zack valió la pena.
Lo senté en mis piernas haciendo que quedara con sus piernas a cada lado de mi cuerpo y volví a sujetarle del culo con una mano y con la otra le tire del pelo hasta que su cara quedo a la altura de la mía. Zack tenía sus ojos miel de un marrón más oscuro y las pupilas dilatadas, eso me éxito más y volví azotarle.
Con mis manos le abrí las nalgas y coloque mi punta en su entrada, Zack empezó a moverse contra ella haciendo que mi punta empezara abrirse paso dentro de él. Le azote más fuerte y en respuesta recibí otro gemido y un:
- Más fuerte por favor – eso me enloqueció.
- ¿En serio eres virgen? – le pregunte entre jadeos.
- Si…sí que lo soy, pero me estas enloqueciendo y no quiero volverme a correr sin tenerte dentro – me dijo sonriendo.
Volví a tomarlo de las nalgas y comencé a masajearle la entrada para que no le doliera, después cuando entrara en él. Introduje un dedo haciendo que se quejara y tensara alrededor de mi dedo. Lo abrace y espere que se volviera a relajar. Cuando sentí como se relajaba, seguí introduciendo el dedo mordiéndole en el hombro y haciendo que Zack se estremeciera y me pidiera más entre jadeos.
Saque mis dedos, sujetándolo de la cadera y con la otra mano tome mi erección para entrar en él. Le avise que iba a entrar ya apretando mis dientes, porque no sabía cuánto aguantaría si Zack seguía apretándome el pene de aquella manera.
Me sujeto más fuerte entre sus brazos y me dijo que me necesitaba ya dentro que no quería volverse a correr sin mis. Escucharle decir aquello, termino con el poco autocontrol que me quedaba sujetándole por las caderas y perdiéndome en su interior hasta que Zack grito de dolor y me quede quieto, sabiendo que le había hecho mucho daño.
- Aah!! – grito Zack tan fuerte que pensé que se le desgarraría la garganta.
- ¿Estás bien? – me preocupe, sabía que mi poco autocontrol se había ido con esas palabras dichas en mi oído y la visión que tenia de su trasero en el espejo que quedaba enfrente de mí cama.
Zack sollozo pero asintió con la cabeza. Yo le abrace, masajeándole la espalda y el culo lentamente para que se fuera acostumbrando. Después de un rato cuando sentí que volvió a relajarse lo aparte un poco de mi para que me mirara. Tenía los ojos llorosos, los labios hinchados de mis besos y de haberse mordido el labio para aguantar el dolor. Me recrimine por haberle hecho daño sabiendo que era su primera vez.
- ¿Estás bien bebé? – le pregunte limpiando una lagrima que se le había resbalado y acariciándole el pelo con la otra mano. El asintió medio sollozando y yo le dije que iba a moverme.
En su interior se sentía tan bien, tan caliente y apretado que tuve que mentalizarme para no volver a perder el control. Comencé a moverme despacio, sacándole pequeños jadeo de dolor al principio, pero después esos jadeos volvieron a convertirse en gemidos cada vez más altos. Sentía como su pene volvió a endurecerse y tocaba mi ombligo.
Zack se agarró de mi pelo y pego más su cuerpo al mío, incrementando el ritmo. Sus jadeos cada vez eran más altos y más irregulares, me tenía agarrado del pelo y eso me estaba excitando. Me excitaba tanto que mis propios gemidos comenzaron a salir sin encontrar una barrera que los retuviera. Me moví más rápido, estaba tan caliente que no sabía cuánto tiempo duraría sin terminar en su interior. Zack tiro de mi cabello hacia atrás apoderándose de mi boca con un beso salvaje y erótico.
- Más, necesito más – gemía Zack incrementando el ritmo de sus caderas y haciendo que entrara más profundo en él.
- Más despacio bebé o mañana te dolerá – yo intentaba frenarlo, tanto por él, como por mi propio limite, no aguantaría mucho más si seguía moviéndose de esa manera.
Estaba llegando y no quería correrme antes que él; apreté mis dientes cogiéndole del trasero para minorar sus estocadas en mi pene, pero Zack aprovechó para morderme el cuello y bajar con más fuerza.
- No me importa – volvió a tirarme del pelo, pegando su nariz a la mía – lo quiero más fuerte, estoy a punto, necesito correrme ya – me ordeno entre jadeos, pasando su lengua por mis labios sonriéndome sádicamente al ver como yo sudaba y apretaba los dientes para no terminar perdiéndome en su interior.
Pero no le hice esperar más ni a él, ni a mí mismo que ya no aguantaba más. Le tome de las caderas para intensificar mis movimientos, sentí sus primeros espasmos y volvió a morderme el cuello. Eso termino con mi determinación de no correrme aún. Mis movimientos se hicieron más rápidos y precisos, llegando hasta su punto de placer. Zack se contrajo aprisionándome en su interior y rompiéndose en mil pedazos gritando mi nombre. Fue lo último que pude aguantar y me vine dentro de él, marcándole con mi esencia. El orgasmo era imparable, sentía como Zack temblaba entre mis brazos con la respiración entrecortada. Nuestros cuerpos estaban pegados, pegajosos por el sudor y por el semen de Zack que me había caído en el pecho resbalando hasta mi barriga.
Me deje caer en la cama con Zack aun jadeando encima de mí, le bese la cabeza y lo abrase como si no quisiera que se fuera nunca de mi lado. Lo reconozco, me había enamorado de ese chico, con ojos de gato, piel morena y una sed insaciable de sexo. Supe en el momento que puse mis ojos en él, en aquella discoteca, que estaba condenado a perseguir a Zack donde quiera que se encontrase.
Salí de su interior colocándole a un lado de la cama. Zack se recostó en mi hombro suspirando y yo le abrace aspirando el aroma de sus cabellos. Estuvimos así un rato hasta que Zack se apoyó en los codos dedicándome una sonrisa, esas que te dejan sin aliento y me dio un pequeño beso en los labios.
- ¿Estás bien bebé? – pregunte incorporándome en la cama, apoyando mi espalda al cabecero y recostando a Zack sobre mí de forma que su cara quedara pegada a mí pecho mientras acariciaba su cabello, me encantaba el largo de su pelo y sus piernas enrolladas en las mías - ¿Te ha gustado?
- Sí, me ha encantado – le di un beso en el pelo y el alzo sus labios hacia mí para que le besara.
- A mí también, ha sido el mejor sexo que he tenido en mi vida - volví a besarle.
- Bueno yo no tengo mucho con que comparar, pero también ha sido lo mejor que he tenido en mi vida – contesto devolviéndome el beso.
Su respuesta no me gusto del todo, ya que el solo hecho de escuchar que habría podido ser otro el que le hubiera tenido aquella noche, me enfurecía por dentro y hacia que mis celos volvieran a flotar a la superficie como un roedor intentando salir de su madriguera en llamas. Yo no tenía la intención de que eso terminara allí y mucho menos dejar que otro tocara el cuerpo de Zack. El me pertenecía, así le hice saber con otro beso más apasionado y estrechándole contra mi cuerpo. Lo escuche gemir, me aparte para terminar el beso o volvería a calentarme y quería dejarle algo de tiempo para descansar. Lo aparte de mí con cuidado, levantándome de la cama.
- Voy a llenar el yacusi – le dije dándole otro beso y dirigiéndome al baño.
- Está bien – contesto volviendo a meterse en la cama y estirándose como un gatito, dejando que las sabanas se revolvieran bajo su cuerpo y quedaran atrapadas entre sus piernas.
Lo mire desde la puerta del baño y esa imagen me encanto, me entraron ganas de coger mi móvil, que estaba en la mesilla, solo para tomarle una foto. Mis piernas tomaron vida propia volviendo a la habitación, tome el móvil he hice una foto.
- ¿¡¡Hey!!? – protesto tirándome una almohada - ¿Qué haces? - se había ruborizado
- Nada – sonreí volviendo a dejar el móvil en la mesita – tomando uno de los muchos recuerdos que quiero tener contigo – le dije acercándome a él y dejando un reguero de besos sobre sus hombros.
Zack ronroneo, sacudiendo la cara contra la almohada y no se movió. Yo volví a dirigirme al baño, abrí los grifos del yacusi para que se fuera llenando. Me volví hacía los armarios de la pared para sacar unas sales de baño que yo usaba cuando tenía el cuerpo demasiado adolorido, ya que suponía que Zack estaría adolorido, sabía que al día siguiente me lo agradecería y deje caer un poco en el agua. Encendí unas velas relajantes, me acerque a la puerta disponiéndome a salir justo cuando la voz de Zack me llamaba desde la habitación y escuche como sonaba mi móvil.
Salí pensando que sería Saúl que le habría pasado algo, porque era raro que mi móvil sonara a esa hora si no eran mis padres o mi hermano si algo pasaba. Llegue a la mesita cogiendo el móvil, llevándome una sorpresa al ver el nombre y la foto que se reflejaban en pantalla. Refunfuñe por lo bajo al ver que era Esther la que me estaba llamando, de todas las personas con las que no quería hablar en ese momento, ella era una de con las que menos me apetecía.
Esther era una de las tantas mujeres que mi madre me había presentado intentando que yo recapacitara y me casara. Hacía mucho tiempo que les había dicho a mis padres que era bisexual. Al principio mis padres se opusieron, pero después mi padre dio su brazo a torcer y me dijo que no le importaba con quien saliera si eso me hacía feliz, pero mi madre era otra cosa. Cada año intentaba que conociera a una chica distinta para que sentara la cabeza y como todas esas veces yo las rechazaba diciendo que no me interesaba casarme. Pero Esther había sido la única que había insistido tanto y a cada rato me incordiaba llamándome para quedar, diciendo que estaba enamorada de mí. Yo sabía que era mentira, que lo único que le interesaba era mi dinero y vivir cómodamente con alguien que gastara todo su dinero en ella.
Descolgué después de tanta insistencia y me senté en la cama para escuchar que quería esta vez.
- Hola - le conteste secamente.
- Hola mi amor – su voz chillona resonó al otro lado de la línea haciendo que empezara a dolerme la cabeza - te he extrañado.
Fruncí el ceño al escucharla, de verdad no entendía la insistencia de aquella mujer insoportable, con voz chillona que no hacía más que acosarme donde quiera que me encontrara.
- ¿Qué quieres Esther? - pregunte masajeándome las sienes, empezaba a tener un verdadero dolor de cabeza al escucharla. Quería que esa conversación terminara lo antes posible para volver a estrechar a Zack entre mis brazos.
- Solo quería saber cómo estabas y preguntarte si quería comer mañana conmigo en casa de mis padres – me contesto con voz melosa.
Pero lo último que yo quería era ir a comer con ella y mucho menos conocer a sus padres. Esther se estaba metiendo mucho en un papel que no tenía. Creía que era mi novia y siempre insistía con que conociera a sus padres.
- Esther – le dije con la poca paciencia que me quedaba - no voy a conocer a tus padres, ya te lo he dicho muchas veces – ella empezó a protestar al otro lado de la línea y yo solo miraba a Zack que me miraba con cara de confusión. – voy a colgar estoy con alguien – le comunique colgando sin esperar a que empezara a protestar como siempre hacia cuando se enteraba que esta con alguna persona.
- ¿Quién era? – me pregunto un Zack algo molesto y eso me alegro. Saber que no era el único que se moría de celos por el otro.
- Nadie importante – le conteste restándole importancia a la conversación con Esther y poniendo toda mi atención solo él.
Me levante de la cama llevándolo conmigo al servicio, para darnos un baño relajante y poder tenerlo en mis brazos un poco más antes de irnos a dormir o esa era mi intención al principio.
Me quede tumbado en la cama aun sonriendo por lo que había hecho Diego. Me había encantado todo lo que había pasado en esas horas y me sentía un poco adolorido pero aún tenía ganas de más. Me tumbe boca arriba recordando cada caricia y cada beso que nos habíamos dado, comenzando avergonzarme al recordar lo suelto que me había vuelto en esas horas. Primero el hecho de provocar a Diego en la discoteca y después el sentirme dominado por sus carias, en la forma en la que me volví un sumiso de sus embistes y sus azotes, aun tenia los cachetes del culo adoloridos, pero me sentía bien. Sonó el teléfono de Diego y me extrañe que a esa hora le llamaran, me acerque a la mesita donde lo había dejado. Mi corazón salto y una rabia interna recorrió todas mis terminaciones nerviosas al ver la cara de una chica rubia con nombre Esther. Bueno no entendí esa cólera que recorría mi cuerpo, total Diego y yo solo habíamos tenido esa noche de sexo y nos acabábamos de conocer, pero igualmente sentí celos de aquella mujer que tenía el derecho de llamarle a las 3:00 de la mañana. Me incorporé un poco y llame a Diego para que pudiera atender esa llamada.
El salió algo apurado, cogió el móvil y resoplo al ver la llamada.
- Si – le contesto a la otra persona.
Yo no estaba prestando mucha atención a lo que se decían, pues aún estaba luchando con los celos que carcomían mi interior.
- Ya te dije que no voy a conocer a tus padres – escuche que decía Diego con el semblante serio - me da igual lo que diga mi madre – volvió a replicar - ya te dije que no – se hizo un pequeño silencio y Diego arrugo la frente y puso semblante serio – ya dije que no y ahora tengo que dejarte porque estoy con alguien - por un lado me gusto que se acordara de que yo aún estaba allí, por otro no tanto cuando no le dijo que estaba conmigo, otro chico - sí, si ya te llamare, si vale tengo que dejarte - y colgó.
- ¿Quién era? - no pude evitar preguntar. Los celos me estaban matando y necesitaba saber con quién había estado hablando.
- No era nada importante – me respondió dándome un beso en los labios - vamos a darnos una ducha cariño – tiro de mí para que saliera de la cama y le siguiera.
Su respuesta no me había relajado del todo, ya que si no era nada importante no le llamaría a esa hora, ¿no?... Mi cabeza seguía dando vuelta entorno aquello, no lograba tranquilizarme; me sentía inquieto y enfadado sin motivos. Estaba siendo irracional con aquella situación, lo sabía, pero no podía hacer nada contra aquel sentimiento posesivo que sentía hacia Diego. Me propuse dejar de pensar, ya tendría tiempo después de ponerle nombre aquello que estaba sintiendo.
Al entrar en el baño vi que había más velas como las de la habitación, el yacusi se encontraba pegado a la pared del fondo en una tarima de madera, al otro lado de la pared se encontraba un plato de ducha y enfrente el lavamanos con unos cuantos botes de perfume y cosas de aseo. Diego me llevo al yacusi tirando de mi mano para que entrara, se sentó dentro y tiro de mí para quedar sentado en sus rodillas.
- ¿Estás mejor? – me pregunto besando mi cabello y masajeándome la espalda con la espuma que había quedado flotando en el agua.
- Sí, me encuentro bien – me recosté en su pecho dejándome hacer y olvidando todo lo de la conversación anterior.
Solo quería sentir sus manos en mi cuerpo, por alguna extraña razón eso me relajaba, pero a la vez volvía a excitarme. Moví mis caderas en su regazo notando que ya Diego estaba duro otra vez y le sonreí.
- ¿Quieres más? – sonreí alzando mi cara para darle un beso en los labios.
- Aun no – contesto - esperemos un rato o sino mañana va a dolerte todo el cuerpo.
- Mentiroso – le mordí el labio sacándole un gemido y metiendo mis manos bajo el agua para tocar su erección - al menos tu cuerpo es más honesto que tú – Diego soltó un gemido y sujeto mis manos para que parara.
Me tomo de las caderas he hizo que me levantara para volverme a sentar en la tarima del yacusi haciendo que solo mis piernas quedaran sumergidas y el resto de mi cuerpo expuesto a su escrutinio.
- Para haber sido virgen, eres insaciable – me dijo colocándose entre mis piernas y dándome un beso apasionado en los labios.
Yo me avergoncé un poco, pero me deje hacer, deje que mordiera mis labios, que bajara por mi hombro dándome besos y mordiéndome en cada pasada, deje que llegara a mis pezones y comenzara a torturarlos con la lengua. Con cada mordisco que daba en mis pezones, un gemido tímido salía de mi boca provocando que mordiera más fuerte.
Yo a cada segundo enloquecía, quería sentir más, quería que me agarrara más fuerte y que torturara mis pezones con más fuerza. Saqué mis piernas del agua, enrollándolas en su cintura haciendo que Diego gimiera en mi pecho.
Tomo mis piernas aprisionándolas más fuerte en torno suyo.
- Sujétate a mi cuello – me susurro a mi oído, no sabía a qué se refería pero lo hice.
Solté un gritito de sorpresa cuando Diego se alzó dentro del yacusi llevándome consigo en brazos.
- ¿Qué haces? – comencé a reír
- Vamos a la cama – contesto sin un ápice de gracia en la voz - quiero probarte. Antes me quede con ganas de saborearte.
Deje de reír y asentí, dios ese hombre iba a matarme si seguía tocándome así y haciendo que mis células se despertasen con cada rose.
Salió del yacusi conmigo aun en brazos y me llevo a la cama, seguíamos mojados, pero eso no le importo y me dejo caer en ella. Diego volvió a colocarse entre mis piernas y comenzó a bajar por mi cuerpo, dándome pequeños besos y mordisquitos. Yo solo podía gemir y jadear al sentir su lengua recorrer mi pecho hasta mi ombligo. Sujete su pelo alzando mis caderas e instándole a que siguiera bajando, mi pene pedía agritos que lo atendieran y Diego me estaba haciendo esperar. Él sabía lo que yo quería, pero no dejaba de torturarme.
Solté un gritito de sorpresa al sentir su lengua en mi entrepierna, al fin me daba lo que yo necesitaba. Sujete su cabello más fuerte obligándole a metérselo todo en la boca, sentía como me succionaba y como mi punta tocaba su campañilla. No me quedaba mucho, sabía que iba a correrme en breve, así que tire sus cabellos hacia atrás para salir de su boca, pero él no se dejó y siguió succionándome con más fuerza.
- Diego… Ohh!!… para – mis gemidos no me dejaban hablar y los embistes de la boca de Diego me estaban dejando sin respiración – voy a correrme si sigues así… Aah!!…
No pude terminar de hablar pues Diego me succionó más fuerte y perdí toda noción de lo que estaba pasando, mi cuerpo tembló y mis músculos se engarrotaron al sentir los primeros espasmos. Alce mis caderas introduciéndome más en su boca y deje escapar su nombre entre gemido y jadeos fuertes. Diego me libero de su agarre y mi cuerpo callo en la cama como peso muerto y mi respiración agitada.
- Date la vuelta – me pidió dándome un pequeño empujón para que le obedeciera.
Me gire quedándome en cuatro, apoyando el peso de mi cuerpo en mis piernas y brazos. Sentí la lengua de Diego recorrer mi espalda e instalarse en mi abertura, temblé al sentirla dentro de mí, después recorrer mi agujero y notar como su dedo tanteaba mi entrada.
- No… ahí no – le rogué avergonzado pero él no me hizo caso y siguió lamiéndome.
- Ssh… déjate hacer – contesto dándome un mordico en la nalga.
No podía relajarme, esa lengua estaba haciendo estragos en mi cuerpo y no podía dejar de gemir. Diego se apartó y gemí en protesta, pero no tardó mucho en darme lo que quería. Se colocó detrás de mí tomando mi cintura con una mano y con la otra tomo mis manos para que las colocara por encima de mi cabeza. En esa posición me quede totalmente expuesto. Alce un poco más mis caderas y las moví para que me prestara atención. Diego me tomo de las caderas embistiéndome con fuerza, esa primera estocada había recorrido mi cuerpo como una corriente eléctrica haciendo que mi piel se erizara hasta la nuca. La segunda me saco un gemido, la tercera fue algo más fuerte acompañada de un azote y comencé a perder la cuenta de las veces que Diego me embistió hasta que mi cuerpo volvió a contraerse dejándose ir entre espasmos y gemidos, dejándome totalmente exhausto y sin fuerzas, terminando acurrucado y rendido entre los brazos de Diego
Vi como Zack alzaba sus caderas y las movía de un lado a otro mirándome con sus ojos medios cerrados desde la cama.
Esa visión me estaba enloqueciendo, lleve un dedo a mi boca para empaparlo de saliva y lo lleve a su agujero introduciéndolo despacio, Zack gimió y mordió la almohada. Yo seguí trabajándole para que no le doliera pero su agujero me succionaba hacia dentro poniéndome cada vez más duro. Introduje otro dedo y el movió las caderas hacia mi mano haciendo que entrara más profundo. No podía aguantar más, si él lo quería duro yo no era quien para no darle lo que me pedía.
Saque mis dedos y coloque mis caderas detrás de él, tocándole con mi erección. Tome mi pene en la mano y lo dirigí a su abertura, intente entrar despacio pero Zack empujo hacia atrás haciendo que entrara por completo. Ese chico quería volverme loco con esos movimiento, yo quería perderé en su interior y dejarle mi huella por cada sitio de su cuerpo para que no pudiera olvidarse de mí. Después de hablar con Esther, estaba un poco enfado con ella y con mi madre, como querían pretender que me casara con esa mujer tan asfixiante y mandona. Pero ver a Zack de esa forma había borrado mi enfado, llenando mis sentidos y queriendo obtener más de todo lo que Zack me había dado esa noche.
Lo sujete de las caderas embistiendo con fuerza, sé que eso le gusto, porque volvió a moverse hacia mi pidiéndome más entre gemidos. Con la tercera embestida deje caer una nalgada, escuchando como gemía y se retorcía con más ganas.
No pude controlarme y seguí embistiéndolo con más fuerza hasta que sentí como mi cuerpo se contraía.
- Joder, joder, joder… - no podía parar, mi cuerpo se movía solo embistiéndole con fuerza y derramándome en su interior dejándonos agotados.
Me quede apoyado unos minutos en mis antebrazos evitando dejar caer mi peso sobre Zack, que aún seguía gimiendo y temblando bajo mí.
- ¿Estás bien? – le pregunte desde arriba quitándole un mechón de cabello que le caía por la cara.
- Sí, estoy perfecto – me sonrió y se giró entre mis brazos para quedarse cara a mí - pero necesito dormir, no puedo más – me sonrió y me puso ojitos de cachorro – te quedas conmigo hasta que me duerma – me hizo un puchero y no pude aguantar la risa.
Le deposite un beso en sus labios, saliendo de encima de él. Me recosté a un lado atrayéndolo hacia mí y deje que se acurrucara en mi pecho. Su respiración se calmó y sentí como se relajaba hasta quedarse dormido, abrazado a mí con una sonrisa de satisfacción en los labios. Me quede un rato admirándolo mientras dormía, proponiéndome que al día siguiente le pediría que saliera conmigo. No tenía ninguna intención de dejarle marchar, Zack ya me pertenecía, esa noche se había abierto paso bajo mi piel hasta llegar a mi corazón y aunque solo pareciera sexo, para mí no lo era. Para mí era más que eso. No había quedado satisfecho solo con esa noche, necesitaba más, necesitaba descubrir cada una de sus expresiones, su carácter y todo lo que estuviera dispuesto a darme. Con ese pensamiento comenzó a llevarme la inconciencia y termine dormido estrechando a Zack entre mis brazos y sonriendo se satisfacción.
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