domingo, 16 de febrero de 2014

Del odio al sexo, hazme olvidar todo por una noche Diez años antes…



Bueno, aquí tenéis el primer capítulo, espero que os guste y dejéis algún comentario, besitos y pronto nos vemos















 - En serio te lo digo Saúl, deja de encasquetarme a tu hermano cada dos por tres. Yo también tengo que salir a divertirme, además Leticia me está esperando este verano, ya sabes. – le dije sonriendo cuando este bufo girando los ojos. Era tan teatrero, pero era mi mejor amigo, casi como hermanos. - Solo esta vez, lo juro, no volveré a molestarte con lo mismo nunca, lo prometo – dijo juntando las manos y mirándome con cara de cachorrito. - Juro que un día no muy lejano te sacare eso ojos azules y me hare un colgante con ellos. – le amenacé y este me saco la lengua y siguió comiéndose su hamburguesa.

  A veces no entendía como para lo renacuajo que era podía comer tanto y estar tan delgado. Saúl subió los pies a la silla abrazándose las rodillas mientras miraba por la ventana, para al segundo dejar la hamburguesa en el plato y gruñir a lo que fuera que estaba mirando. Seguí el camino que tomaba su mirada y mi corazón se quedó paralizado al ver al hermano pequeño de Saúl hablando con otro chico, alto y bien parecido. Un bajo gruñido salió de mi garganta, y solo quería salir y estampar contra el suelo al imbécil que se atrevía a tocar a Diego. Saúl gruño igual que yo y pensé que sería por el hecho de que su precioso hermano estaba parado delante de la cafetería, con un pantalón negro que dejaba ver su pequeño y redondo culo. Con su largo cabello recogido en una trenza, hasta la altura de las nalgas y una de esas camisetas de tirante pegada a su lizo abdomen. Apreté la botella de kétchup que tenía en la mano y todo salió desparramándose por todas partes.
    - ¡Mierda! – gruñí cuando toda la salsa cayó sobre mi plato, haciendo incomible la hamburguesa. De todas formas yo ya no tenía apetito, se me había ido al ver aquella sirena hecha a mi medida, lástima que fuera un chico, que fuera 10 años menor que yo y que fuera el hermano pequeño de mi mejor amigo. Eso nunca iba a suceder, me dije cuando llego la camarera, con un paño limpiando el desastre que yo había hecho. Volví a mirar hacia fuera, pero habían desaparecido, ¿Dónde se habían metido? Me dije buscándoles con la mirada, pero no logre verlos. 
   - Hola chicos, vaya desastre que haz echo Zaky. – dijo un alegre Diego detrás de mí y pensé que todo mi cuerpo acababa de colapsar. No podía moverme, solo podía quedarme allí sentado oliendo su rico aroma y escuchando su dulce voz. – no hace falta que se levanten, y cierren esas bocas de bobos. – dijo tomando una patata del plato de su hermano y llevándoselo a los labios, masticando tan despacio que cada movimiento que hacia su mandíbula era un latigazo que llegaba a mi pene. – solo quería decirle a mi hermano que hoy me quedo en casa de Derek. Y antes de que des el grito en el cielo, mamá lo sabe y me dio permiso. – dijo llevándose una mano a la cintura, retando a su hermano a que dijera algo y me pareció la cosa más sexy que jamás había visto. Disimuladamente lleve una mano a mi adolorido pene, rezando porque nadie se hubiera fijado en lo que intentaba hacer. Reprimí un jadeo cuando esos hermosos ojos se posaron en mí, enviando descargas eléctricas directas a mi ingle. – hacía mucho tiempo que no te veía Zaky, me dijo mi hermano que pasaría este verano con ustedes. Estoy deseando que llegue. – dijo emocionado, sonriendo tan ampliamente que me dolió en los huevos, cada punzada que esos hoyuelos hacia llegar a mí polla. Gemí y solo pude asentir con la cabeza. Mire a Saúl que se encontraba en una situación muy parecida a la mia.
    El tal Derek se le había acercado y le estaba susurrando algo al oído que solo él podía entender, y mientras más escuchaba, su cara pasaba de un rosa pálido a un rojo fuego. El amigo de Diego sonrió apartándose de él, cuando Saúl le soltó un guantazo, después que este le tomara desprevenido y le diera un beso en los labios.
    - Bueno nosotros nos vamos, encantado de conocerte al fin Zack. – dijo y Diego tomo un color rosa muy tierno. – Diego me ha hablado mucho de ti, espero que cuides a mi princesa. – dijo lanzándole un beso a Saúl mientras este le insultaba, diciéndole que no sabía comportarse, delante de la gente y yo solo podía mirar la escena como si de una mala comedia se tratara. - Nos vemos, y no olvides nuestra cita princesa. – le dijo a Saúl tirando de un Diego que me miraba con ojitos de súplica, para quedarse un poco más, pero no me salían las palabras. Me había quedado sin habla, entre ver el apetecible cuerpo de Diego, luego ver la escena entre mi mejor amigo y otro chico, me habían dejado un poco desconcertado. Simplemente no le daría demasiadas vueltas al asunto, y dejaría que pasaran las semanas, para que llegara el vendito verano.






   - ¿Qué le dijiste a mi hermano? – le pregunte por enésima vez a Derek que no quería contestar. 
   - Nada que un niño como tu aún virgen deba saber. – me dijo burlándose de mí y le recordé que el solo tenía dos años más que yo. – me das la razón, yo ya soy mayor de edad, tu aun eres un renacuajo, además deja de pensar en mí y hazte cargo del amigo de tu hermano que se le cae la baba por ti. – me dijo y me sonroje hasta las orejas, era una ilusión que Zaky me prestara algo de atención. Ni siquiera se despidió de mí, tal vez lo había dejado sin palabras, sonreí irónicamente para mí. Si lo había dejado sin habla con mi escuálido cuerpo. – deja de atormentarte, a ese tal Zack le gustas, solo había que verlo como te miraba, solo faltaba que saltara sobre ti desnudándote en la mesa delante de todos. – comenzó a reír y yo me sonroje más si podía. Era cierto que aquellos ojos de tigre hambriento, me miraba, como si quisieran desnudarme, haciendo que mis piernas se convirtieran en dos flanes. 
   Gemí al recordar ver el bulto que intentaba esconder bajo la mesa, sin ningún resultado. Sonreí al ver la cara de mi hermano cuando Derek le susurro algo al oído y luego le planto un pequeño beso en los labios y este estuvo a punto de soltar el corazón por la boca. No sabía porque era tan melodramático, a fin de cuentas todos en casa sabíamos que esos dos eran pareja y a nadie le importaba. Yo esperaba en un futuro no muy lejano poder presentar a Zack como mi novio, llevaba enamorado de él desde los 12 años, aprovecharía este verano que estaríamos solos en la finca de sus padres y me confesaría. Esperaba que Derek tuviera razón y no terminar con el corazón partido. Aquella semana la pasé intranquilo hasta que llego el día esperado, metí en la maleta todos mis modelitos nuevos, que Derek me había ayudado a escoger; decía que con eso volvería loco a Zack, y yo más que eso pensaba que mi madre me castigaría por lo menos dos meses si viera los pantalones que llevaba en la bolsa. Me apresure a salir, para no darle tiempo a revisar y me despedí de ella diciéndole que la llamaría todos los días.






Al fin había acabado mi larga semana, ahora solo me quedaba disfrutar de las tres semanas que me quedaban de vacaciones antes de volver a Grecia a estudiar. Al final me había mentalizado con la llegada de Diego, simplemente no le prestaría mucha atención y me concentraría en mi relación con Leticia. Todo eso hubiera pasado en ese orden, si a mi madre aquella mañana no se le ocurre la brillante idea, de mandarme a recoger a Diego al aeropuerto. Si no le conociera desde que era un renacuajo, lo hubiera confundido con una chica, con su esbelto cuerpo, metido en unos sexys pantalones cortos y su largo pelo recogido en una larga trenza. Llevaba unas gafas de sol, junto a una pequeña maleta, con sus pequeños pies enfundados en unas sandalias de cuero con sus uñas pintada de un rosa pálido. Estuve a punto de tragarme la lengua cuando llego a mí, sonriéndome con esos hermosos hoyuelos, y mi polla dio un salto dándole la bienvenida a mi planeta. Gemí al sentir su dulce-picante aroma, entrando por mis fosas nasales, mareándome por un momento. 
   - Hola Zaky. – me saludo con esa sonrisa radiante y pensé que me desmayaba. ¿Dónde estaba el pequeño, pecoso incordio, que siempre andaba pendido a mi pierna? Y quien era esta belleza que me miraba con esos ojos azules eléctricos, tras el cristal de sus gafas oscuras. Gemí al no encontrar las palabras para saludarlo, Diego me miró y por un segundo pude jurar que su mirada había cambiado a algo más triste. – no te preocupes, sé que mi nuevo look puede dejar sin habla a muchas personas. – dijo con una sonrisa y comenzó a andar hacía la salida, moviendo ese dulce trasero y mi corazón dejo de latir unos segundos. Ese hombre quería que yo fuera pegándome con todo aquel que le mirase; comencé a gruñir al pasar por al lado de un grupo de chicos que se le habían quedado mirando el trasero y le decían una serie de comentarios que prefería no recordar, o terminaría partiéndole la boca a uno de ellos. Llegue a Diego tomándolo del brazo y este me sonrió, tomándome de la mano como si eso fuera algo normal entre nosotros.
    - ¿Qué coño está pasando? – me grite en la mente, esperaba encontrar allí una respuesta coherente a lo que mis ojos estaban viendo y tenía que ponerme algo lo bastante resistente, para no reventar la cremallera de los pantalones.     
   Gemí al sentir el suave tacto de sus manos y este siguió tirando de mí hacia mi coche, mientras me contaba cómo le había ido el viaje. Así llegamos a casa, yo totalmente mudo y Diego parloteando como una cotorra. Necesitaba estar solo por lo menos unos segundo y pensar que era lo que me estaba pasando. Como era posible que mi cuerpo reaccionara ante otro chico. Lo deje en la cocina con mi madre, subí corriendo a mi habitación, cerrando con llaves al entrar y dejándome caer en la puerta con las manos en la cabeza. No sabía que era lo que le estaba pasando a mi cuerpo, pero sentía que en cualquier momento explotaría y no necesitaba seguir ante aquella sirena de mirada endiablada, con una erección de caballo. Deje caer la cabeza en la puerta cerrando los ojos, mientras bajaba la cremallera de mis banqueros, siseando por sentir alivio de una vez. Suspire al sentir el aire frio sobre mi hinchada cabeza, luego lleve las punta de los dedos recogiendo todo el pre-semen que derramaba, jadeando y comencé un lento movimiento de arriba abajo sobre mi propia erección. Me imaginaba en mi camioneta conduciendo con Diego a mi lado, sin cinturón, dándome la mejor mamada de mi vida. 
   Gemí cuando los primeros espasmos llegaron a mi cuerpo y mi mano término impregnada de mi blanca esperma, murmure una maldición, no podía moverme, me había quedado en estado de shock. Era la primera vez que pensaba en otro chico mientras me masturbaba, algo no podía estar bien conmigo, era imposible que yo acabara de correrme solo de pensar en el hermano menor de mi mejor amigo, mientras me hacía una mamada alucinante y mi cuerpo aún vibraba en recordatorio de ese alucinante orgasmo. Me levante del suelo arreglando lo mejor que pude mis pantalones y me dirigí al baño del pasillo, no es que no pudiera lavarme en mi habitación, era que simplemente tenia manía de salir fuera a asearme. Entre distraídamente y comencé a quitarme la ropa para darme una larga ducha. Sentía que el agotamiento de aquella semana me estaba pasando factura ahora, solté la coleta de mi largo cabello y deje que callera por mis hombros. Como un zombi llegue a la mampara de la ducha abriéndola y sumergiéndome dentro, para despertar de mi ensañamiento, cuando siento bajar por mi cuerpo gotas de agua. Yo no había abierto aún la ducha, abrí los ojos bajo el agua, y estuve a punto de desmayarme. Despalda a mí se encontraba Diego, con su largo pelo pegado a su dulce cuerpo, gemí al bajar y ver ese redondo culo, mirando hacia mí, dándome la invitación de que lo tocase hasta hartarme. Diego seguía enjabonándose ajeno a mi presencia, tarareando una canción, mientras masajeaba su cuerpo como si fueran dos amantes que se besaban en el frenesí de la culminación. Decidí que tomaría las duchas de agua fría en mi habitación a partir de ahora, no necesitaba agregar encontronazos como esos en mi futuro cercano si quería terminar mis vacaciones sin ningún contratiempo. Salí sin hacer ruido, volví a mi habitación y no salí de allí en todo el día.






   Me desilusione un poco al notar como Zack volvía a salir del baño, sin dedicarme al menos una mirada, pensé cuando le había oído entrar que pasaría algo entre nosotros. Había visto las chispas que saltaron entre nosotros al vernos, pero también podía haber sido imaginación mia y Zack solo me seguía mirando como el pequeño mocoso que no le dejaba en paz desde pequeño. Suspire terminando de lavar mi cabello, apresurándome a salir, ya que la tía me llevaría a recorrer la finca a caballo. Les había pedido a mis padres que me enviaran a Zatán y a Xélara, al menos tendría algo que me recordara a casa. Me vestí con unos pantalones cortos, unas zapatillas y recogí mi pelo en una coleta; baje corriendo las escaleras, encontrándome con la tía que me esperaba al final de esta. Pase el día recorriendo la finca y al final terminamos en un riachuelo con una pequeña cascada apartada de la vista de la gente. Me gusto aquel sitio, así que lo bauticé como mi rincón perdido, me refugiaría allí cuando no pudiera aguantar mucho la presión de tener a Zack ante mí y no poderlo tocar. Esas primeras semanas me pasaron aburridas y tediosas. Zack se pasaba el día fuera con sus amigos, la tía tenía que hacer cosas en la casa y yo solo podía pasar el día en el rio o montando a caballo. Deseaba que llegara el final de semana y volver a casa, las vacaciones no habían sido como me las había imaginado. Había llegado a pensar que le gustaba a Zack, por cómo me miraba o estaba todo el tiempo pendiente de mí, cuando subíamos al pueblo a cenar por las noches. Pero después volvía a cambiar volviéndose el huraño, mal humorado que esas dos últimas semanas y media había sido conmigo. Suspire por cuarta vez aquella mañana, en 3 días volvería a casa, no me había confesado aún a Zack, y este se pasaba el día ignorándome como si yo no existiera. Mire por la ventana, viendo a mis hermosos caballos pastar en el campo y volví a suspirar. 
   - ¿Quieres parar de hacer eso?, me estas poniendo nerviosa. – me regaño la tía por cuarta vez esa mañana. No sabía que me pasaba pero necesitaba despejar mi mente, me sentía encerrado en casa y quería volver a sentirme libre. – anda, ve a decirle a Zack que la comida estará en una hora o así y date una vuelta lejos a ver si dejas de suspirar. – dijo dándome una jarra grande de limonada, y poniéndome de patitas en la puerta cerrando detrás de mí.
    Me quedé un rato parado en el mismo lugar con la jarra helada entre mis manos y pensando en que sería mejor. Si salir corriendo en dirección contraria o ir donde Zack, tal vez y hoy podía confesarme. Llegue a la entrada del granero y tuve que agarrar bien la jarra que estuvo a punto de caer, al ver el delicioso cuerpo de Zack sin camiseta. Todo sudado, y con la piel brillosa. Carraspee llamando su atención y el solo me miro, gruñendo prácticamente para que saliera de allí. Salí con medio corazón roto, y llegue al campo llamando a Xélara para ir a dar una vuelta. Llegue a la orilla del rio desmontando, esa tarde se estaba calurosa, me daría un baño y más tarde me perdería en mi habitación a llorar por el ridículo que había cometido. Doble toda mi ropa a la orilla del rio y me deje llevar hasta la cascada, dejando que refrescara mi cuerpo, al igual que a mi mente. Pasaron unos largos minutos, yo me sentía reconfortado bajo el manto de agua y solo quería pensar que me encontraba en una isla desierta junto a Zack. Bajo una hermosa cascada, mientras nos fundíamos el uno al otro, en un largo beso apasionado. Gemí al sentir como la temperatura de mi cuerpo cambiaba, calentándome y pidiéndome sentir el tacto de los dedos de Zack sobre mi piel. Cerré los ojos dejándome llevar y al cabo de un rato me sobresalte; estuve a punto de ahogarme si los fuertes brazos de Zack no hubieran estado sujetándome.
    - Me asustaste. – le gruñí apartando el pelo que se había quedado en mi cara, y dándole un codazo cuando este comenzó a reír. – ¿no sé qué te hace tanta gracia? Has estado a punto de ahogarme estúpido neandertal. – seguí refunfuñando pero este no me soltaba, cada vez pegaba más nuestros cuerpos y a mí comenzaba a olvidárseme porque peleaba en primer lugar.
    - ¿Qué crees que estás haciendo? – pregunte asustado, al sentir como mi propio cuerpo volvía a la vida, haciéndome soltar un jadeo cuando Zack bajo la mano a mis glúteos obligándome a abrir las piernas y enredarlas en su cintura. Gemí al sentir el rocé de nuestros sexos y este solo me miraba a los ojos con una sonrisa.
 - Shh… Bebé, te tengo. – dijo dándome un pequeño beso en los labios achicharrando mis neuronas, ¿Qué estaba pasando? Tal vez si me ahogue y estaba en el cielo. Jadee al sentir las manos de Zack por todo mi cuerpo, poniéndome la piel de gallina y mendigando por un poco más de aquella dulce tortura.
    Me deje llevar entregándome a los hambrientos toques de las callosas manos de Zack, y cada una de mis terminaciones nerviosas se encendieron haciéndome ver fuegos artificiales, cuando mi cuerpo hizo erupción en sus manos. Dejándome jadeando, abrazado a él que sostenía mi tembloroso cuerpo. Solloce, pues no había tenido suficiente, necesitaba más que una simple paja; llevaba tanto tiempo fantaseando con esto que me había quedado corto con la realidad. Sentir sus manos recorrer mi piel, era como si te pusieran lava ardiendo a bajar por tu cuerpo. Zack tomo mi cara entre sus manos y me pregunto si estaba bien, le sonreí, diciéndole que estaba genial. El gimió y comenzó a devorarme la boca. Mi cuerpo volvió a la vida en cuestiones de segundos y le suplique que me aliviara. Se le rogué unas cuantas veces, pero él comenzó a alejarse de mí saliendo del río.
     - ¿Qué pasa, he hecho algo mal? – pregunte a punto de llorar al ver como se vestía sin mirarme, no era un experto, pero no creía que lo hubiera hecho tan mal como para espantarlo. Salí del agua llegando a mi ropa he intentado vestirme lo más rápido que pudiera, ahora tenía vergüenza de mi cuerpo. Zack no me contesto, ni siquiera me miro hasta que no termino de vestirse. – dime algo al menos, creo que merezco una explicación a por que estás haciendo esto. – le chille con las lágrimas ya cayendo por mis mejillas, no me importaba que me viera llorar, ya a esas alturas se enteraría todo el mundo de que era un fresco, que me había lanzado a los brazos de Zack. 
     Éste solo me miraba, y por un momento pude ver que su mirada era de pura tristeza, pero luego cambio a una indiferente. Ese fue el día que jure que nunca volvería a enamorarme de nadie más, las últimas palabras de despedida de Zack se habían quedado clavadas en mi alma y si eso no había sido suficiente. A los dos días antes de irme llego a casa con su prometida. ¡Su prometida! , había gritado toda la noche en mi habitación mientras mi corazón iba siendo pisoteado por el único hombre que había amado en mi vida y al único que comenzaba a odiar con toda mi alma. Esperaba no volverlo a ver en la vida, había destrozado todo en lo que yo había creído, dejándome en un estado de depresión profundo.




   




     Patee mi trasero al ver como Diego salía cabizbajo del granero, sabía que lo había hecho llorar, pero no podía evitarlo. Cada vez que lo veía solo quería desnudarlo y fundirme en su cuerpo, me quedaba poco autocontrol. Tenía miedo a lastimarlo, a perder mi amistad con Saúl y a que Diego llegara a odiarme. Tenía que alejarme de él o terminaría cometiendo un grave error, pero antes vería como se encontraba, no me gustaba verle triste, y así era como se encontraba estas últimas semanas gracias a mí. Ensille a Balthazor, dirigiéndome al único sitio al que sabía que él iba cada tarde a darse largos baños. 
   Estuve a punto de perderme al llegar a la orilla y ver como Diego se alejaba en plena desnudez y se escondía bajo mi rincón favorito de aquel río. Gemí al escuchar los repetidos sonidos que salían de sus labios y me puse duro. Ya no podía aguantarlo, tenía que tocarlo, ardía en llamas por sentir ese pequeño y perfecto cuerpo pegado al mio. Lo tome por la cintura cuando éste se sumergió en su mundo y sentí su suave piel bajo mis dedos. Protesto con su tono irritado y yo solo podía quedarme suspendido en sus ojos, quería ver más de lo que él quería enseñarme. Diego gimió cuando sus largas piernas atraparon mi cintura y nuestros miembros chocaron enviándome millones de descargas eléctricas a mi adolorido pene y sentí como llegaba solo con mis manos. Eso me envió al borde, haciendo que yo también me corriera sin necesidad de ser tocado, solo por el placer de ver la cara de puro deleite de Diego al llegar gritando mi nombre.
    - ¿Qué he hecho? – me repetía una y otra vez saliendo del agua para vestirme, alejándome de un Diego que me miraba con sus preciosos ojos azules suplicando que le diera una explicación. Pero yo no la tenía, no podía decirle que había pasado, porque ni yo mismo lo sabía. Solo sabía que eso no podía volver a suceder jamás y la única forma era que me fuera y me casara de una vez con Leticia, al menos mantendría alejadas mis manos de ese precioso cuerpo - Esto nunca debió haber pasado. – le dije mirándole con indiferencia, viendo como Diego se tambaleaba hacia un lado llevándose la mano al pecho. Me dolía, quería corres hacía el, abrazándolo y dejando que se quedara en mis brazos. Pero eso era un sueño que no podía realizar, a él aún le quedaba mucha vida por vivir, yo solo le entorpecería el camino. – lo siento Diego, pero a mí no me gustan los hombres, simplemente te di lo que llevabas semanas pidiéndome. Espero que quede claro y no vuelva a suceder. – Le dije montando en Balthazor y alejándome de allí con un nudo en la garganta. Esa misma noche le pedí a Leticia que se casara conmigo y a los dos días la lleve a casa para que mis padres la conocieran. Diego no volvió a dirigirme la palabra en los días que le quedaron y ya nunca más le he vuelto a ver.  

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