martes, 14 de enero de 2014

“Esta vez no dejare que vuelvas a irte…”





Vale si ya sé que dije, no quería que os quedarais colgad@s, así que subo éste último ahora en serio y me largo a dormir. Besitos





Era 24 de diciembre, víspera de noche buena. Se supone que ese día es para festejar con tus seres queridos, a llegados y amigos. Esos días las calles están llenas de personas, festejando y riéndose. Pero hoy las calles de Madrid se encuentras vacías, no se vía a nadie festejando y para colmo está lloviendo a cantaros en pleno invierno. Y allí me encontraba yo, bajo la lluvia, dando vueltas sin rumbo fijo, dejando que el agua fría calara todos mis huesos. “De esta cojo una pulmonía” me dije irónicamente, la verdad era que prefería eso a volver a revivir el día de hoy.
Ya han pasado 4 años desde la muerte de mi abuela, haciendo que todo volviera a la normalidad. Mi madre se había vuelto a casar y ahora vivía con su marido en Roma, era un buen hombre que la amaba y respetaba por exima de todo. Tal parecían que habían nacido para estar juntos… Mi hermana Leti, había terminado su carrera, se casó con David y había tenido una niña a la cual le puso Sofía, por la abuela. También había empezado a trabajar en lo que le gustaba, para lo que ella había estudiado, gracias a que Thomas ya iba al colegio, tenía más tiempo para ir a clases y a la vez trabajar. Después estaban Derek y Saúl, que estaban recién casados y gritando su amor por todas partes. Luego Elena y Rodrigo se habían comprometido, solo les faltaban dos meses para casarse. Después de la muerte de mi abuela, Elena se apegó más a mí, sin dejarme hacer nada. Me trataba como si fuera mi madre, a lo cual yo me pasaba el día protestando, porque en el fondo se sentía como que Elena era mi verdadera madre y no hacía más que cuidarme. Yo me alegre por su compromiso, haciéndoles una fiesta, en la cual Elena me comento que siempre estaría a mi lado y que si algún día sucedieran cosas que no me había contado, no era porque no quisiese y que me quería mucho. Yo me quede con eso y no hice más especulaciones sobre lo que decía, a fin de cuentas era mi mejor amiga y a ellas no hay que hacerle mucho caso, ¿verdad? Todos muy felices y pregonando su amor por todas partes, a veces era imposible verlos con tantas carantoñas, terminaban siendo agobiantes. Y por último yo, el que parece el más feliz de todos.

Después de la muerte de mi abuela, se había leído el testamento donde nos dejaba a Leti y a mí, el dúplex del molar, el ático de La Castellana y el 50% de las acciones del despacho. Donde ahora trabaja mi padre, digo donde trabaja, porque la empresa familiar pertenece a otra persona ahora. Como mi padre solo tiene el 25% de las acciones y mi madre un 35%, no le quedó más remedio que seguir trabajando allí solo como accionista minoritario. Mi hermana y yo vendimos todas las acciones, porque no queríamos tener nada que ver con mi padre. Gracias a ese dinero por fin pude poner mi propio despacho, compre a mi precio Ham, un Husky siberiano negro y blanco, con unos preciosos ojos azules, que cada vez que lo miraba me recordaban a los preciosos ojos de Diego; me quede en el ático del centro y vivo con mi novio Luis. Pero toda esa vida era una mentira que yo había creado por mi propio egoísmo.
Todos festejaban su amor verdadero menos yo, aún después de tanto tiempo seguía amando a Diego y cada día que pasaba era una tortura. Yo sabía toda la vida de él, sabía que después de un año de casado se divorció quedándose con sus dos pequeños, también sabía que después de su divorcio pasaron muchas más personas, con las cuales Diego disfrutaba sin importarle que yo estuviera sufriendo por nuestra lejanía y eso me carcomía de celos día tras día. Cada día que pasaba lo extrañaba más, me estaba volviendo loco y si con eso no tenía suficiente cada noche soñaba con él. Sentía como sus manos recorrían mi cuerpo día tras día haciéndome gritar su nombre en la cúspide de mi delirio, llevándome a la locura permanente, hasta que me corría, despertándome sobresaltado, sudado y mojado al lado de un inocente e ignorante Luis, que cada día me demostraba que me amaba. Siempre pensé que Luis no se había dado cuenta de ello. Los dos fingíamos que todo era perfecto, pero para nosotros era una tortura diaria. Los te quiero que le decía día tras día, eran de verdad, pero no como él quería que fueran. Sí, yo le quería, pero solo como un buen amigo y él me decía que me amaba, pero en realidad amaba la comodidad y mi dinero.
Nos conocimos en la universidad una semana después de lo que paso con Diego, yo estaba totalmente destrozado y necesitaba que me hicieran creer amado. Pero después de tanto tiempo yo aún no he podido olvidarlo. Pero todo parecías estar bien así hasta hoy.
Hoy me había levantado temprano porque tenía muchos papeles que hacer y un caso que no terminaba de salir. Desayunamos juntos como todos los días, antes de irme con las horas justas, le dije que esa noche llegaría tarde y que fuera preparando la cena, porque esa noche solo estaríamos él y yo. Llegue al despacho sobre las 7:00 de la mañana, comenzado con el papeleo de la reunión que tenía con el abogado del cliente al que yo estaba acusando por acoso sexual en el trabajo a mi clienta. Sobre las a las 9:30 llegaron y decidimos empezar cuanto antes. Para mi sorpresa, todo término rápido, el acusado llegó a un acuerdo y con una carta de alejamiento hacia mi clienta. Aproveche que todo fue bien, terminando lo que me faltaba, para ir a comprar algunas cosas para esa noche, al final salí a las 5:00 de la tarde sin avisarle a Luis que llegaría temprano a casa.
Hice todas las compras terminando sobre las ocho y me dirigí a mi apartamento. Saque todo del maletero, entrando en la casa con las bolsa de la compra abriéndome paso hacia la cocina y mientras intentaba que Ham no me tirara al suelo. No encontré a Luis, pensé que estaría dándose una ducha, así que guarde las cosas en la nevera y me dirigí a mi habitación que se encontraba al final del pasillo que daba al salón. Al pasar por el salón vi unos pantalones que por la talla no eran míos, sabía que tampoco eran de Luis, mi estómago empezó a revolverse cuando vi unas zapatilla que nunca había visto y una camiseta.
Deje de pensar en cosas racionales en ese momento, dirigiéndome hacia la habitación y escuche gemidos tras la puerta. Me quede paralizado, mi mente dejo de pensar y mi cuerpo comenzó a temblar de rabia. Sabía que si me quedaba allí a pedir explicaciones, las cosas no terminarían bien, así que tenía que salir de allí lo antes posible. Fui hacia el salón con las lágrimas de la rabia corriendo por mis mejillas, me acerque a la encimera de la cocina donde había dejado mis llaves y vi que también se encontraban las de Luis. Las cogí, saliendo de allí dando un portazo, metiéndome bajo la lluvia, para terminar caminando sin un rumbo fijo y empapado de agua helada.
Termine en la Gran Vía mirando escaparates con cosas de anuncios de navidad, a los cuales no le estaba prestando mucha atención, mi cuerpo se encontraba allí, pero mi mente vagaba entre un sinfín de emociones y pensamientos. Estaba sorprendido de que el enfado se me había pasado, ya no sentía nada más que un alivio interno por que todo se había dado así, dando paso a reflexionar sobre todo lo que había hecho y los errores que había cometido por cobardía.
 Al fin había abierto los ojos, dándome cuenta que no se puede sustituir al amor verdadero por más que queramos. Era imposible borrar con otro cuerpo, una pasión tan asfixiante como la que yo sentía por Diego. Quería verlo, besarlo, recrearme en cada rincón de su cuerpo, despertando la misma pasión que la primera vez, pero no creía que eso fuera a pasar en un futuro muy cercano.
Cogí un taxi para dirigirme otra vez a mi casa, hablaría con Luis dando por terminada la relación y le pediría que se marchara de mi apartamento. Llegue a casa sobre las 23:45, abrí la puerta, entrando dejando todo el parqué mojado, quitándome las zapatillas e hiendo al salón donde sabía que me estaría esperando Luis. Cuando entre lo vi sentado en el sofá mirando el móvil como si no me hubiera oído entrar. Levanto la cabeza para mirarme con cara de sorpresa al verme empapado y se levantó del sofá para acercarse a mí.
           -           Estás todo empapado cariño - dijo tocando mi cabello que aún seguía chorreando.
           -           Tenemos que hablar - le dije alejándome de su contacto, pasando por su lado y fui a sentarme en el sofá, sin importarme que estuviera empapado. La cercanía de Luis ahora me parecía asfixiante y me molestaba.
           -           Si – me contesto con tono calmado, dejando caer la mano, dándose la vuelta para quedar frente a mí con los brazos cruzado a la altura del pecho, haciendo que yo pareciera el culpable.
Verle en esa posición hizo que mi enfado volviera a surgir, para convertirse en un torrencial de furia. Como se atrevía a tirarse a otro en mi propia cama, la cama que los dos compartíamos.
           -           ¿Cuantos han sido? ¿Cuántos han estado en nuestra cama? – pregunte sin querer saber la respuesta.
           -           Dos - me contesto sin emoción en su voz, lo cual yo no escuche, solo había oído que había estado con dos hombres en la cama que yo compartía con el como un idiota.
           -           ¡Has estado con dos hombres en mi cama! - le reproche sin entender aun como había estado tan ciego con él.
Vale que yo no le amara, vale con que le había mentido no diciéndole que amaba a otro hombre, está bien, reconozco que yo también le fui infiel de pensamiento, pero nunca en esos 7 años, me había acostado con otro hombre que no fuera él y con Diego en mis sueños, eso técnicamente no era serle infiel. Di gracias a que siempre me acosté con él con condón, pensé en ese momento, ya me haría unos análisis por si acaso.
           -           Bueno técnicamente es cierto que te he engañado con dos hombres en tú cama – quede un poco aturdido, ya que no entendía a qué se refería – en realidad si contamos a la de hoy, me he acostado con tres personas en tu cama – volvió a remarcar en lo de mí cama y yo ya estaba empezando a molestarme en serio. – porque así son las cosas, siempre ha sido tú cama – me dijo remarcando el tú y yo no entendía a qué se refería.
           -           ¿A qué te refieres con que siempre ha sido “tú” cama? – le mire en ese momento como si me estuviera hablando una persona de otro planeta - claro que siempre ha sido mi cama, nuestra cama, tuya y mía. – remarque, señalándonos a nosotros dos como si él fuera idiota y tenía que enseñarle con gestos.
           -           No, siempre ha sido tú cama - volvió a repetir - nunca ha sido mí cama o por lo menos yo nunca la he sentido así. – me reprocho
           -           ¿A qué te refieres? - pregunte confuso
           -           Digo que llevo 7 años contigo en los que solo he sido tú sustituto - abrí mucho los ojos al escuchar eso, estaba sorprendido, porque él lo sabía - llevo 7 años a tu lado intentando que me prestaras atención, que me dijeras un te quiero de verdad, pero tú solo tenías la mente puesta en el hermano de Saúl. Cada vez que oías hablar de él, tus ojos se iluminaban, conmigo nunca te ha pasado eso. Sabía que estabas enamorado de ese hombre y que yo nunca podría tenerte - me quede paralizado al saber que Luis ya sabía que yo amaba a Diego.
           -           ¿Desde cuándo lo sabes? - le pregunte con la conciencia intranquila, al ver reflejado su dolor en sus ojos, no iba a seguir ocultando lo que al parecer ya era más que evidente.
           -           Lo supe el día del funeral de tu abuela, vi cómo te miraba, vi cómo me miraba y también te vi a ti cuando él se marchó sin despedirse - desvió la mirada para no mirarme a los ojos. – se te veía apunto de desmayarte, yo sabía que estabas mal por la muerte de tu abuela, pero cuando ese tal Diego se fue, te pusiste peor. – termino con las manos cruzadas enfrente suyo jugando con sus dedos
           -           ¿Por qué seguiste conmigo? - quería saber el motivo de porque había estado aguantado el dormir conmigo cada noche sabiendo que yo amaba a otra persona.
           -           Porque te quería - dijo sin más, sin emoción en sus palabras - quería hacer que te olvidaras de él y solo me miraras a mí, pero eso hace mucho tiempo dejo de importarme al saber que eso nunca sucedería, sigo amándote pero hace 6 años que deje de esperarte, cuando gemiste su nombre en sueños. – me quede frio y ya no supe que más decir.
Lo mire desde allí con el sentimiento de culpa recorriendo mi cuerpo, dándome cuenta que no solo me había hecho daño a mí mismo, sino que también con mi egoísmo de no estar solo, había terminado hiriendo a otra persona. Pero aun así las palabras de Luis no terminaban de gustarme, había algo que no terminaba de cuadrar y quería saber que era. Mil y una pregunta pasaron por mi cabeza.
           -           ¿Por qué seguiste conmigo después de eso? – esa era la que más se revolvía en mí.
           -           Por tu padre – respondió, dirigiéndose al sillón que se encontraba frente a mí.
           -           ¿Mi padre? – mi mente solo procesaba esas dos palabras - ¿Qué tiene que ver mi padre en esto? ¿y desde cuando conoces tú a mi padre? – comencé a preguntar, mí confusión y mí rabia iban a partes iguales.
Hacía 7 años que yo no veía a mi padre, ese hombre que me repudio por ser homosexual, que el año después engaño a mi madre con otra mujer e hiéndase de la casa, dejando a mi madre en un estado de depresión y ahora volvía aparecer para meterse en mi vida. Luis no me contesto, haciendo que me impacientara y terminara chillando.
           -           ¡¡Contesta!! – le grite desesperado e hirviendo en una rabia monumental. Luis me miró fijamente, con los ojos fríos y sin expresión
           -           Tu padre contacto conmigo hace 6 años y medio – contesto reclinándose al sillón para ponerse cómodo y esa actitud me saco de mis casillas - me dio una cita para tener una reunión que él. Cuando fui, me recibió junto a una mujer rubia llamada Esther que me dijo que me pagaría un millón de euros si seguía contigo, en ese momento me negué porque esperaba que me amaras, pero hace 6 años volví a contactarme con ellos y acepte. – me contó con una media sonrisa; el nombre de Esther me sonaba de algo pero en ese momento lo único que me interesaba era saber porque.
El hecho de que mi padre se tomara el trabajo de interesarse en mi vida, hasta el punto de pagarle a mi novio o mejor dicho a mi ex novio, un millón de euros, era porque algo quería con urgencia.
           -           ¿Quién es esa mujer? ¿Y porque te pagaría a TI un millón de euros porque siguieras conmigo? – sonreí falsamente recalcando sobre el TI, diciéndole que él no valía tanto dinero. Mi enfado había pasado a ser pura intriga, quería saber qué era lo que se traía entre manos mi padre y decidí que investigaría un poco. “Ojo por ojo, vamos a jugar al mismo juego” pensé.
           -           Esther me dijo que era la ex mujer de Diego - contesto.-…
           -           Un momento – le detuve cuando iba a empezar hablar ¿qué tenía que ver Diego en todo esto? Me pregunte para mí. - ¿Qué tiene que ver la ex mujer de Diego en todo esto? – pregunte con voz serena, aunque por dentro estaba tan aturdido que no entraba en mi mente, pero eso Luis no tenía por qué saberlo.
           -           Ella no quiere que Diego este contigo – respondió.
           -           ¿Por qué? – pregunte con impaciencia, me decía las cosas a cuentagotas y me estaba desesperando. - ¿Por qué no quiere que este conmigo?
           -           No lo sé, ella solo me dijo que si seguía contigo me pagaría un millón de euro, dijo que quería cobrarle algo a Diego y de paso a ti, la verdad no sé porque, pero yo simplemente acepte. Veras… – siguió diciéndome con tono despectivo y chasqueando la lengua. Yo no sabía porque aquella mujer quería cobrarme algo a mí y que era lo que quería - es verdad que hace mucho deje de esperarte, resignándome a tener que dejarte en algún momento y no quería irme sin nada – sonrió con una cara de felicidad que yo no le había visto hasta el momento, eso hizo que mis oídos empezaran a pitar, mi corazón empezó a palpitar con más fuerzas y estalle.
           -           ¡¡FUERA DE MI CASA!! – le grite levantándome del sofá para ir abrirle la puerta, quería que se largara en ese instante - ¡No quiero volver a verte! – le dije desde la puerta esperando que se largara - ¡¡LARGO!!
Luis se levantó del sillón con mucha calma colocándose el abrigo, caminando hacia mí con una sonrisa socarrona. Me estaban entrando ganas de soltarle un puñetazo, pero me contuve, no me iba a rebajar a su nivel, así que espere pacientemente a que llegara donde estaba yo, mirándole fijamente componiendo una de las mejores sonrisas falsas.
           -           Espero que aproveches bien tú dinero – dije con sarcasmo, sorprendiéndome a mí mismo con lo fría que salía mi voz.
           -           ¡¡Ohh!! Si, por eso no te preocupes – sonrió con la misma falsedad que yo - tengo otra fuente de ingresos – dijo dándome un beso en los labios al pasar por mi lado, yo me retire limpiándome con el antebrazo.
           -           ¡Lárgate de una vez! Y no vuelvas – le precise cerrando la puerta, pero él puso la mano impidiendo que la cerrara.
           -           Si, si ya me voy – volvió a sonreír - se me olvidaba decirte que Esther es la mujer de tu padre - dijo tirándome un beso, para marcharse después, dejándome allí parado dándole vueltas a sus palabras.
Saber que la ex mujer de Diego era la mujer de mi padre me había sorprendido, esas palabras comenzaron a dar vueltas en mi cabeza hasta formarse una pelota y comenzó a dolerme la cabeza en serio. Pensé que habría pillado algo por la lluvia fría, tenía que darme una ducha e intentar dormir hasta mañana, ya averiguaría que tenía que ver ese hombre que se decía ser mi padre con toda la locura que había soltado Luis. Cada vez entendía menos todo aquello, investigaría que es lo que quería mi padre de mí y también averiguaría por que la ex mujer de Diego quería cobrarme algo. Entre en casa, cerrando la puerta tras de mí, me dirigí al baño dándome una larga ducha caliente, después cene algo y me quede dormido en el sofá del salón con la tele encendida.







Salí de casa de Zack sonriendo, hacía tiempo que quería decirle unas cuantas cosas a ese niño mimado. Por un lado me dolía porque aún le seguía queriendo, pero por otro me regodeaba en la satisfacción de verle con la cara de odio que me había mirado esa noche. “Al menos me miraba de alguna forma” pensé llegando al coche, encendiendo el motor, para salir de allí. Saque mi teléfono del bolsillo y marque el número de una de las persona que me pagaba porque en realidad esos dos no estuvieran juntos. Marque uno de los números que el padre de Zack me había dado, espere que sonara y me contestaron con el segundo sonido.
           -           Te dije que no me llamaras a estas horas – replico la persona que estaba al otro lado de la línea.
           -           Tenemos que hablar – dije - Zack ya sabe de ti.
           -           ¡¡ ¿Qué?!! – rugió la otra persona dejándome sordo - ¡¡Eres un estúpido!! ¿Qué ha pasado? – pregunto después de insultarme.
           -           Me pillo con alguien esta noche, así que se lo conté todo, bueno casi todo - me corregí antes de que volviera a chillar y me dejara sordo.
           -           Está bien - dijo algo más calmado - tenemos que vernos en dos meses - dijo - no me llamas, ahora no es un buen momento.
           -           ¿Por qué? - pregunte, ya que aún no me había pagado todo el dinero por lo de Zack - aun no me has pagado lo que falta de lo que acordamos.
           -           No seas impaciente - contesto riéndose - ya te dije que cuando obtenga todo lo que quiero, te pagare tu parte - respondió.- te llamare antes, pero ahora tengo que dejarte. - y colgó.
Después llame al otro número, cuando termine de hablar apague el móvil, no quería hablar con nadie más esa noche. Me quede sentado un rato en el coche pensando en que pronto tendría mi dinero y también tendría más poder, o eso pensé yo corriendo sin antes saber caminar.




Me desperté sobre saltado en el sofá al escuchar que algo vibraba. Después de que Luis se fuera decidí darme una ducha, para evitar resfriarme. Salí del baño con una toalla enrollada a la cintura y con otra me secaba el pelo que ahora lo llevaba corto. La verdad es que ahora no estaba mal físicamente. Después de lo de Diego comencé hacer deporte, hice algo de thai guando, defensa personal y comencé a ir al gimnasio todos los días. Ahora media 1´80, había aumentado en masa muscular y ya no parecía una mujer. Después de la muerta de mi abuela me hice un tatuaje. Me hice un ave fénix que me recordaba que por muy mal que me encontrara siempre terminaría renaciendo de mis cenizas. Lo único que seguía sin gustarme de mi, era mi cara. Seguía teniendo cara de chica y no me ayudaba mucho.
Me dirigí al salón llegando a la mesita para coger el mando de la tele y ver que estaban poniendo. Vi que no ponían nada bueno y lo deje en el primer canal que encontré, ya pasaban de las 12. Era triste pasar una noche buena solo en tu casa sin nadie que te felicite. Derek y Saúl se habían ido de viaje con las padres de este último, que al parecer la madre de Saúl al fin lo había aceptado como uno más de la familiar, me alegre por ellos. Mi hermana Leti se había ido a pasar las navidades y año nuevo con mi madre. Thomas ya tenía 8 años, Sofía 5 años y al parecer mi hermana quería montar un equipo de futbol, porque ya estaba embarazada otra vez, pero esta vez eran dos. Sonreí de la cara que había puesto mi cuñado cuando mi hermana le dijo que sería papá otra vez, pero de gemelos. Mi madre estaba encantada le gustaba tenerlos por casa revolviendo todo lo que se encontraban a su paso, yo alguna vez me quedaba con ellos para que mi hermana y su marido pudieran divertirse de vez en cuando. Me encantaba tenerlos por casa, en ese momento recordé que Diego vivía con sus hijos, me preguntaba que se sentiría criarlos al lado de Diego. Había visto alguna foto que los “tíos orgullosos de sus sobrinos” como se hacían llamar Saúl y Derek, enseñaban a cada rato de sus pequeños sobrinos. Ya tenían 7 años y medio, eran los niños más guapos que había visto incluyendo a mis revoltosos sobrinos. Tenían cara de angelitos, con los cabellos rubios, con los mismos ojos de Diego y cuando sonreían se le hacían los mismos hoyuelos en las mejillas que a su padre. Había visto alguna foto en las que Diego salía con ellos, haciendo que mi corazón se acelerara, poniendo todas mis terminaciones nerviosas en alerta máxima.
           -           No sé cuánto tiempo voy a seguir así - me recrimine, apartando esa imagen de mi mente. Eso nunca pasaría, ya que ya habían pasado 7 años y nunca más vino a buscarme.
Diego había cambiado mucho en esos 4 años, ahora se veía más masculino, se había cortado el pelo de forma que le caían mechones de ese maravilloso cabello negro en la cara, dándole un aire muy sexy y esa sonrisa debería de seguir estando prohibida. Deje de pensar, porque mis pensamientos me estaban llevando por un camino que en ese momento no tenía ganas de recorrer. Mire la hora y vi que eran las 12:30. Llame a mi familia y amigos, para felicitarles las navidades y después puse el móvil en vibrador, tumbándome en el sofá para dejar que pasaran las horas y terminar dormido.
La vibración volvió a sonar, fijándome que era mi móvil, mire la pantalla y no reconocí el número. Descolgué extrañado de que alguien me llamara a las 2:00 de la mañana.
           -           ¿Hola…? – conteste con una pregunta, pues no conseguía pensar quien podría ser a esa hora.
           -           Hola Zack – me contesto una voz de mujer que no lograba identificar.
Pase una mano por mi cara para aclararme, aún estaba un poco dormido. Me incorpore en el sofá, sacando mis piernas, para apoyarlas en el suelo del parqué frio y coloque los codos en mi rodilla.
           -           ¿Quién eres y como sabes mi nombre? – le pregunte un poco intrigado.
           -           Perdona mi mala educación – se disculpó con una risilla falsa - soy Esther.
           -           ¿Qué Esther? – respondí confuso, pues en ese momento no caía en ninguna mujer con el nombre de Esther - yo no conozco ninguna Esther – respondí
           -           Eso no es del todo cierto, si me conoces aunque solo sea de oídas - me contestó con la misma risita chillona.
En ese momento mi mente empezó a recopilar datos, viniendo a mi cabeza las imágenes de todo lo que había pasado esa noche. Me levante del sofá de un salto cuando termine de procesarlas, haciendo que volvieran el sin fin de preguntas que yo quería hacerle a esa mujer. Comencé a caminar de un lado a otro, pensando por qué esa mujer me llamaba a esa hora.
           -           ¿Por qué me estas llamando? – pregunte esperando obtener la mayor información que pudiera, respecto al porque quería hacerle daño a Diego y saber qué era lo que yo le debía. - ¿Qué quieres?
           -           Solo quería decirte que siento que rompieras con tu novio, era tan bueno – dijo con tono burlón y yo pase de su sarcasmo, a mí solo me interesaba saber por qué estaban haciendo todo aquello.
           -           La verdad, yo no lo siento - le conteste secamente - y ahora dime ¿qué es lo que quieres de mí?
           -           Vale, está bien iré a donde nos interesa a los dos - contesto seria - solo quería advertirte que si vuelves con Diego, voy hacer que le quiten la custodia de los niños - me contesto fríamente. - ¿te ha quedado claro ahora lo que quiero? - pregunto secamente. me quede de piedra al escucharla, esa mujer estaba loca. Me recompuse de mi sorpresa enfadándome por momentos.
           -           No sé quién te creer que eres, pero si mal no recuerdo, te quitaron la custodia por adultera - le recordé con estío.
           -           Es cierto - me contesto, haciendo un mohín con la voz y eso en vez de pena, me produjo náuseas - pero ahora, soy una mujer casada, con buena posición, adoro a mis hijos y los quiero de vuelta. Cualquier juez se apiadaría de una madre desesperada por volver con sus hijos - se burló, haciendo que mi estómago se contrajera, llenándome de repulsión contra aquella mujer.
           -           ¿Por qué haces esto? - le pregunte, con la bilis en la garganta, no sabía cómo aquella mujer podía querer quitarle los niños a Diego y me entristecí por él - ¿y qué es lo que se supone que yo te debo a ti?, no nos conocemos de nada - le pregunte.
           -           Quiero que Diego sufra como he sufrido yo, cuando me quito lo que más quería, simplemente si no tengo lo que quiero, él tampoco lo tendrá - respondió y en su voz pude notar todo el odio que aquella mujer le procesaba. - y respecto a ti - dijo con una sonrisa maléfica - lo sabrás muy pronto - dijo esto y me colgó dejándome con la palabra en la boca.
Me deje caer en el sofá recordando la advertencia de aquella loca, no creía que fuera a cumplir con sus amenazas, pero prefería no tentar a la suerte. Me volví a entristecer por Diego, pero esta vez también por mí, me di cuenta que el destino estaba empeñado en que él y yo nunca estuviéramos juntos. Primero fue por mi negativa a preguntarle a Diego que era lo que sentía por mí, la segunda cuando me entere que se había casado con Esther porque estaba embarazada y ahora esto. Era una señal gigantesca que me prohibía el paso hacia Diego.
Mire la hora, viendo que eran las 3:00 de la mañana, ya no podía volver a dormir, así que fui a mi habitación, vistiéndome con un jersey blanco de cuello alto, me puse unos vaqueros y salí a dar una vuelta con el coche a ver si la noche borraba todo rastro de aquel día.
Aún seguía lloviendo y no creía que fuera a parar en toda la noche. Así que cogí el coche dejándome llevar por mis pensamientos. Sin percatarme a donde me dirigía, termine delante de la puerta de entra de una casa que nunca había salido de mi mente.
No me pare a pensar en que estaba haciendo, simplemente seguí el destino que mis piernas me marcaban. Al llegar a la puerta comencé a sentir náuseas y un fuerte mareo. Toque dos veces, vi cómo se abría la puerta, dándome una visión de un Diego en un pantalón de chándal con una camiseta de mangas larga y comencé a ver como la luz ante mí se apagaba.
           -           Diego… - recuerdo que fue lo último que vi, mis piernas dejaron de sostenerme, haciendo que me tambaleara hacia delante. Sentí que Diego me sostuvo entre sus brazos y en mi poca inconsciencia me sentí feliz.
           -           ¿Zack estas bien? - escuche de lejos la voz preocupada de Diego - Zack abre los ojos - lo oí decirme.
Pero mis ojos no se abrieron, mi cuerpo no me respondía, creía que había muerto y que me encontraba en el cielo. Eso fue lo último que recuerdo, hasta que la oscuridad se sirneo sobre mí, dejándome en un estado de inconsciencia.






Eran las 3:00 de la mañana y yo aún estaba sentado delante del ordenador terminando unos documentos, que necesitaba para el lunes a primera hora. Había tenido un día muy largo en casa con Samy y Zaky, esos dos, un día de esto terminarían llevándome a un estado de locura permanente.
Después de mi divorcio, había tenido varios problemas con Esther por la custodia de los niños, hasta que al final el juez había dictaminado que los chicos se quedarían conmigo. La verdad es que eso me había alegrado, Samy y Zaky eran lo mejor que me había pasado después de 7 años. Ellos alegraban mis días, haciendo que al llegar a casa, todos mis problemas se quedaran fuera. Hacían que no pensara en el trabajo, ni en Zack, aún le extrañaba, pero sabía que eso no iba a remediarse solo con pensar en él. Tenía ganas de verle, volver abrazarle, ya no me importaba lo que había pasado hacía 7 años, lo único que quería era que volviera a mi lado y compartiera la felicidad de criar a mi lado a mis pequeños. Pero eso no iba a pasar, Zack seguía con su novio y me había apartado de su vida. Me entere por mi hermano que vivía junto. Así que me había dado por vencido y había seguido con mi vida.
Deje de pensar en Zack y me dedique a terminar, al día siguiente era 25 de diciembre y no quería pasarme el día trabajando. Además les había prometido a Samantha y a Zachary que les llevaría al parque de atracciones si se portaban bien. Pero era imposible que esos dos diablillos consiguieran estar 5 minutos quieto y no había podido contar con mis padres ni con mi hermano, para que se hicieran cargo de ellos mientras estaba en el trabajo. Mis padres no estaban en Madrid, se habían ido de viaje con la parejita de recién casados. Al final mi madre término encantada con Derek, de vez en cuando se llevaba a Samy y a Zaky para ir de compra junto a Derek. Mi hermano se enfadaba con mi madre, porque decía que su esposo pasaba más tiempo con ella que en casa y Derek le regañaba diciéndole que no fuera tan celoso. La verdad es que yo me alegraba por ellos, pero a la vez sentía envidia de no poder sentirme de la misma manera. Cada vez que los miraba, imaginaba que éramos Zack y yo discutiendo por las mismas cosas. Me forcé a dejar de pensar en ello, ya había sufrido mucho tiempo con mis sueños, donde devoraba cada centímetro de la piel de Zack, haciéndolo gritar mi nombre hasta quedar saciados los dos y después despertarme cada mañana en una cama vacía, recordando que así, él me había dejado 7 años atrás.
Termine lo que me faltaba y me levante del escritorio, recogiendo todos los juguetes nuevos que esos dos habían dejado por todo el salón antes de meterse en la cama. Me dirigí a su habitación entrando con cuidado de no despertarles, me había costado tres horas que al fin se durmieran. Deje los juguetes en los respectivos cajones, parándome al lado de sus camitas para verles dormir. Me encantaba ver sus cabecitas rubias sobre salir de las sabanas. Me acerque a la cama de Samy, recogiendo a su conejito preferido que se le había caído, se lo deje en un lado de la cama y le di un pequeño beso en la frente. Después fui a donde Zaky, dándole otro beso en su cabecita, apague la luz y cerré en silencio dirigiéndome al salón.
Estaba agotado de todo el día, me deje caer en el sofá estirando las piernas y dejando que mis músculos se relajaran. A los pocos minutos tocaron la puerta y me sobresalte.
Me incorpore, mirando el reloj de pared, para comprobar que eran las 4 pasadas. Me pase la mano por el pelo, preguntándome quien podría ser a esas horas. Me dispuse abrir la puerta y al abrirla me quede petrificado, al ver quien se encontraba en ella. En ese momento el suelo bajo mis pies tembló, mi corazón comenzó a latir con tanta fuerza que me lo sentía palpitar en los oídos.
En la puerta de mi casa se encontraba Zack, con su cabello corto mojado cayéndole en la cara y sus ojos miel húmedos. Esos ojos que eran los culpables de mis noches en vela y el protagonista de todos mis momentos de autosatisfacción.
           -           Diego… - le escuche susurrar con aquella voz tan sexy que aun recordaba. Pero mi emoción se congelo al verle como se tambaleaba hacia mí. Me asuste y lo tome en brazos para que no se callera al suelo.
           -           ¿Qué te pasa? – le pregunte asustado, pero no me respondía, se había quedado inconsciente.
Entre en la casa cerrando tras de mí, llevándolo conmigo a mi habitación. Lo deje con cuidado en la cama, y comencé a quitarle la ropa porque estaba empapado. Lo deje solo en bóxer, hiendo hacia el baño a por una toalla, volví sacando del armario un jersey y un pantalón de chándal mío. Supe que le quedarían bien, porque por lo visto había crecido, yo había crecido unos cinco centímetros más y ahora era algo más fuerte. Volví a la habitación, para vestirlo, no quería que se resfriara. Cuando llegue a la cama vi que Zack estaba tiritando de frio, así que me apresure a vestirlo, lo más rápido que pude y lo metí bajo las mantas. Me senté a su lado, admirando lo lindo que se había vuelto. Su cara, su boca seguía estando igual de apetecible y sus ojos de un color miel más intenso, haciendo que su cara fuera la más exótica que había visto. También me había fijado que ahora su cuerpo era más fibroso. Por lo que pude ver cuando le quite la ropa, ya no tenía un cuerpo fino y pequeño, ahora tenía el cuerpo de un hombre demasiado apetecible.
También vi que ahora tenía un ave fénix tatuado. Un ala le cubría la parte del pecho, donde estaba el corazón y la otra le pasaba por debajo del brazo. Haciendo que el cuerpo del ave quedara con la mitad del cuerpo como si estuviera abrazándolo y la cola quedaba enroscada en su ombligo, bajando hasta perderse en sus pantalones. Ese cuerpo estaba más apetecible de lo que recordaba. Me vinieron a la mente un sinfín de pensamientos sobre Zack y los celos comenzaron a brotar.
Recordé que el tenia novio, recordé que era él el que se beneficiaba de esas piernas de infarto, que besaba esos labios apetecibles y quien dormía con él todas las noches. La rabia comenzó a fluir con más fuerza en mi interior y tuve que apretar los puños para no dar un puñetazo en la cama. Sabía que aún le quería, pero no sabía que con tanta intensidad. Sentía como la rabia iba carcomiéndome por dentro con garras afiladas, mis sentimientos estaban abordándome en ese momento y todas aquellas preguntas que quise hacerle 7 años atrás, resurgieron, instalándose en mi cabeza.
Zack se removió intranquilo en la cama, despertándose sobre saltado, se sentó un poco confuso, mirando a todos lados, hasta verme a mí. Se quedó paralizado, como si estuviera viendo una visión, y eso hizo que me alegra al ver su expresión, aflojando mis labios y deje salir una sonrisa.
           -           Hola – le dije con una sonrisa. - ¿Cómo te encuentras? – Zack seguía mirándome como si fuera una aparición y la verdad es que me estaba gustando.
Le acerque una mano a la frente, para comprobar que no tenía fiebre. Sentí como se estremeció bajo el contacto de mi mano y eso me gusto más que haber abierto la puerta esa noche, para encontrármelo allí con esa expresión de anhelo que vi en sus ojos al mirarle. Zack cerró los ojos, suspirando cuando puse mi mano en su mejilla. Tomo mi mano entre las suyas y se la llevo a sus labios y comenzó a besármelas. No pude soportarlo más y tire de él hacia mí para abrazarlo. Me moría de ganas por tocarlo y acariciar su pelo negro. Zack se sujetó fuerte a mí y sentí como algo mojado caía en mi hombro. ¿Estaba llorando?, me pregunte, sintiéndome mal por notar como poco a poco Zack se iba rompiendo, hasta terminar llorando como un niño pequeño, su cuerpo se movía en temblores dolorosos para mi alma.
           -           ¡Hey bebé! No llores – le deje apartándolo de mí y secándole las lágrimas que mojaban su cara – yo estoy aquí contigo, todo va a estar bien ahora.
Zack me miro y siguió con más desesperación. Me estaba matando verle así, no podía soportar verle llorar de aquella manera como si le dolorida verme más que nada en el mundo. Le bese en los labios con un pequeño beso, solo para que dejara de llorar.
Zack se detuvo para mirarme con esos ojitos suplicantes y entreabrió los labios cuando yo me separe, eso hizo que mi entrepierna se pusiera dura hasta el punto de doler. Ver esos labios entreabiertos y a Zack mirándome con ese deseo reflejado en sus ojos inundados de lágrimas. Borraron de mi todas las preguntas que quería hacerle, todos los porqué que hacía unos minutos habían pasado por mi cabeza y le bese. Lo que hizo todo mi cuerpo temblar al sentir como Zack me devolvía el beso con desesperación y anhelo. Pensé que estaba soñado, había anhelado tanto esos besos, y extrañado tanto su contacto, esto se sentía correcto, quería explorar más la sensación devolviendo los recuerdos a mi mente.
Me excité al sentir el sabor de su saliva y más cuando Zack susurro mi nombre en mis labios. Lo aparte de mí para mirarle a la cara, tenía que comprobar si eso era real, porque si era un sueño esta vez no quería volver a despertar.
           -           ¿Eres real? – le pregunte volviendo a besarle.
Necesitaba saber que era real, que no volvería a despertarme, encontrándome solo y destrozado al no encontrarlo a mi lado. Yo seguía sentado en la esquina de la cama con la cara de Zack entre mis manos. El me aparto para levantarse de la cama y mi corazón se paralizo pensando que volvería a irse. No quería ni pensar el cómo sería verle marchar de nuevo, pero Zack no se fue. Él se levantó, para volverse a sentar encima de mí, con una pierna a cada lado de mi cuerpo, tirando de mí hacia él para que volviera a besarle.
           -           Ámame una noche más…hazme recordar a quien pertenece mi cuerpo y mi alma - Deje mis preguntas para más tarde, porque había dejado de pensar en ese preciso momento. Ya tendría tiempo de preguntarle, pero ahora lo más urgente en mí, era apagar el fuego que amenazaba con quemarme de dentro a fuera.









Sentía mi cuerpo liviano, estaba en algo blando y cómodo. Sentí como tocaban mi cuerpo, y mis sentidos comenzaron a ponerse alerta. Me sentía confuso, no sabía de quien eran esas manos que me tocaban, pero hacían que mis deseos se despertaran. Me sobresalte, abriendo los ojos y comprobé que me encontraba en una cama. Me senté y comencé a mirar a mí alrededor con confusión. No sabía dónde me encontraba, no reconocía nada de lo que veía, así que supe que no estaba en mi casa. Gire la cabeza a mi izquierda y mi corazón se quedó paralizado al momento. Ver la cara de Diego sonriente, hizo que pensara que estaba teniendo alucinación, pensé que a un estaba soñando.
           -           ¿Te sientes mejor? – me pregunto, pero yo no estaba pensando en mi estado.
En lo que estaba pensando era en que estaba en el cielo, y que me habían concedido el deseo de estar con él otra vez. Lo mire con anhelo, anhelaba que me tocara, necesitaba saber que él era real y que no estaba sumido aun en un sueño. Como si me hubiera leído el pensamiento, Diego toco mi frente y mi cuerpo tembló al sentir el roce de su dedo. Bajo la mano, hasta dejarla reposar en mi cara, haciendo que el calor de su tacto recorriera mi cuerpo como una corriente eléctrica que arrasa con todo a su paso. Cerré los ojos suspirando, necesitaba saber que eso era real, cogí su mano entre las mías y me las lleve a los labios. Bese sus dedos, la palma de su mano y deje que mis pulmones se llenaran con su aroma, seguía como siempre con ese olor a canela y sándalo que siempre le seguía, el cual me excitaba hasta sacarme de mi mente. Diego me abrazo y no pude contenerme. Las lágrimas de felicidad comenzaron a brotar de mí sin poder pararlas. Había extrañado tanto su contacto, anhelado tanto verme reflejado en sus ojos que mi corazón grito de alegra cuando sentí su cuerpo pegado al mío. Hasta que volvió hablar.
           -           Todo va estar bien, no llores, estoy aquí cariño – me dijo tan tierno que mi corazón se rompió en mil pedazos.
Le mire a los ojos y no pude dejar de llorar, mi cuerpo temblaba con intensidad, por los sollozos que emitía. “Si, estas aquí, pero cuanto tiempo vas a quedarte” pensé rompiéndome en mil pedazos y a mi cabeza vino todo lo que había pasado ese día. La ruptura con Luis, todo lo que me había dicho, la conversación con Esther y recordé lo que me dijo de si me acercaba a Diego. El mundo se me vino encima. Había vuelto a tenerlo, para volver a perderlo, sin poder hacer nada para remediarlo. No quería tener que pasar por el hecho de que si Esther cumplía con su amenaza, Diego tendría que elegir. Y sabía bien que yo terminaría perdiendo. Entonces Diego me beso, solo fue un roce, solo una caricia, pero hizo que me olvidara de todo. Al sentir sus labios sobre los míos, sentí una corriente eléctrica, mi bello se puso de punta en mi nuca y el anhelo que sentía en lo más profundo de mi alma volvió a resurgir golpeándome en el pecho con fuerza. Lo mire con todo el deseo que sentía en ese momento y entreabrí los labios cuando se separó de mí. Necesitaba sentirlo, no me importaba que pasaría mañana, lo que importaba era el aquí y ahora. Ya me había lamentado durante 7 años el haberle dejado, no quería lamentarme el resto de mi vida, recordando que no le había besado esta noche.
Volvió a besarme con más pasión, haciendo que mis neuronas se fueran a paseo y le devolví el beso con el mismo deseo.
           -           Diego… - susurre sin poderlo evitar a un besándolo - necesito que vuelvas amarme una noche más - dije susurrando en sus labios, devorándolo con pasión. Diego me aparto de él y me miro a los ojos con tanto amor que creí que me moriría allí mismo.
           -           ¿Eres real? – me pregunto llevándome las manos a la cara para que le mirara a los ojos y me volvió a besar. Eso hizo que recordara todos mis sueños, en los que Diego era el protagonista de cada uno.
Aparte sus manos de mi cara y me levante de la cama para ir hacia él. Me senté en sus piernas y tire de su camiseta hacia mí para volver a besarle. Yo lo necesitaba tanto en ese momento, no tenía ganas de responder preguntas para las cual ni yo sabía la respuesta. Nos enredamos en unos besos sin fin, nos llenamos de caricias y abrazos. No sabía que después de tantos años seguiría sintiéndose tan bien tener a Diego enterrado en mí, haciéndome gritar, sollozar, hasta el punto de rogar por más. Para terminar enredados en la cama entre jadeos y devolviéndonos todo lo que nos habíamos quitado en esos 7 años.
Terminamos abrazándonos, tumbado uno encima del otro y Diego acariciaba mi pelo con sus dedos, dejándome caer un beso en la frente. Había extrañado tanto la sensación de estar entre sus brazos, sentir sus manos en mi pelo y cuando me besaba en la frente con tanto cariño.
           -           Te he echado de menos – me dijo con una sonrisa – he soñado tantas veces con tenerte a si, que ahora tengo miedo de estar soñando otra vez y despertarme solo sin ti – me dijo y a mí me dio una punzada de dolor en el pecho cuando vi el dolor de sus palabras reflejado en sus ojo.
Me dolió escucharlo, sabía que a la mañana siguiente me volvería a alejar de él dejándole atrás otra vez, para sumirme en el mismo desconsuelo que sentí 7 años atrás cuando me marche.
           -           ¿Qué haces aquí? – me pregunto separándose un poco de mí, mi cuerpo protesto por la pérdida del calor que el cuerpo de Diego le daba – si mal no recuerdo tienes novio. – esto último sonó con un tono de reproche. – espero no estar siendo un sustituto, porque no creo poder aguantarlo. – me dijo con una sonrisa triste en los labios.
Escucharlo me enterneció, el sentía lo mismo que yo. Sabía que tenía que irme, no podía quedarme a su lado sabiendo que el perdería a sus hijos si yo me quedaba. Pero aun así no podía soportar verle con esa cara de tristeza, él tenía que saber que siempre había sido el único. Me levante, quedándome a su altura, tome su cara con mis manos y le di un beso en los labios.
           -           Tu nunca has sido un sustituto – le confesé – siempre has sido el primero y el único para mí. – a Diego se le iluminaron los ojos y creí que nunca me había sentido más feliz en mi vida. – y respecto a “mi novio” – dije con ironía – no tienes que preocuparte, ya no estamos juntos - dije enseñándole los dientes en una sonrisa.
           -           ¿Es cierto? – me pregunto mirándome a los ojos.
           -           Si, nunca te mentiría. Te amo Diego, siempre te he amado – le conteste feliz al verle la cara. Parecía un niño pequeño al que le acababan de dar el mejor regalo del mundo.
           -           Te amo. – al escuchar eso mi corazón se paralizo. – Te amo Zack, no voy a dejar que vuelvas a marcharte de mi lado – me dijo mirándome a los ojos, que se me aguaron por las lágrimas que querían salir – no creo ser capaz de volverme alejar de tu lado y no volverte a ver – me beso en los labios.
Mi corazón salto de alegría al saber que él me amaba de la misma manera que yo le amaba a él. Sabía que al día siguiente yo ya no estaría allí, pero al menos antes de marcharme quería que el supiera que yo le amaba de la misma manera y que todo lo que iba hacer era solo por su felicidad. Aunque eso significara acabar con la mía al no tenerlo a mi lado. Le bese con anhelo y desesperación. Quería llevarme todo lo que pudiera de él antes de que llegara la mañana y tuviera que aprender a vivir sin él otra vez.
           -           Yo también te amo – le dije dejando que escuchara todos mis sentimientos en mis palabras. – Siempre te he amado y siempre lo haré, nunca te olvides de eso.
Nos besamos hasta quedarnos sin aliento. Diego se acostó a mi lado atrayéndome entre sus brazos, yo me deje acariciar, y escuchaba como Diego me decía al oído que me amaba y lo mucho que me había extrañado. Y así nos quedamos hasta que el sueño toco a mi puerta, haciendo que durmiera como hacia tantos años que no lograba dormir.



Estaba tan feliz que no cabía en mi cuerpo. Después de hacer el amor con Zack, le había confesado que lo amaba y que no dejaría que se volviera a ir de mi lado. Era cierto, no permitiría que volviera a dejarme solo, no creía que pudiera soportar otros 7 años alejado de él y esta vez no le dejaría escapar. Mucho menos sabiendo que él me amaba de la misma manera, esa noche Zack me regalo mí mejor regalo de navidad.
Me acosté junto a él abrazándolo hasta que sentí que se relajaba y su respiración se volvía pausada, se había dormido. Le abrace un poco más sintiéndome feliz de sentir su contacto y me levante de la cama, cogiendo su ropa para meterlas en la lavadora. Al levantar sus pantalones algo cayó y me agache a recoger lo que se había caído. Era una cartera de cuero negra y supuse que sería su billetera. La recogí, entrándome la curiosidad de leer sus apellidos, ya que aún no los sabía. Me sorprendí al ver que se llamaba Zachary William Herrera. Su primer apellido era el mismo que el del marido de mi ex mujer y el segundo, el de la otra persona que tenía el 35% de las acciones en del despacho que cuatro años atrás comprara, que resultó ser la ex mujer de este.
Me di cuenta que siempre había tenido a Zack tan cerca de mí y que no había podido hacer nada para encontrarlo. Deje la cartera en la mesilla de noche y salí de la habitación dirigiéndome al cuarto de lavadoras. Puse a lavar su ropa y volví a la habitación, para estar otra vez a su lado. Lo abrace, haciendo que se removiera entre mis brazos soltando un suspiro, junto a un gemido y abrazándome por la cintura. Sonreí al mirarle; parecía un gatito acurrucado entre mis brazos, con una sonrisa de felicidad en los labios que a mí me llego al corazón, inundándome de alegría. Me deje llevar por el sueño, ya eran las 5 de la mañana y en pocas horas los dos terremotos que tenía por hijos se despertarían exigiendo atención. Estaba excitado de pensar que a la mañana siguiente le presentaría a Zack a mis pequeños y comenzaríamos hacer una familia. Cerré los ojos, dejándome llevar por la inconsciencia y con el pensamiento de que esta vez estaba completo.




Me desperté relajado, hacía mucho tiempo que yo no había dormido tan bien. Abrí los ojos, para ver a un Diego dormido a mi lado, con el pelo revuelto en la cara y recordé todo lo que había pasado esa noche. Lo mire dormir, admirando su cara, sus largas pestañas que le caían en las mejillas y sus labios abultados invitándome a que los besara. Me removí en la cama, viendo en la mesilla de noche la hora que era, vi que ya eran las 7:30 y me levante sin hacer ruido. Tenía que irme ya, antes de que él se despertara y toda mi determinación de alejarme desaparecieran.
Busque mi ropa pero no las encontré, así que me puse la misma con la que me había despertado la noche anterior. Los pantalones me quedaban largos y las mangas del jersey sobre salían de mis manos. Cogí mi cartera disponiéndome a salir, pero me quede unos minutos mirándole, se me estaba haciendo duro salir de aquella habitación por segunda vez, para no volverle a ver. Al parecer eso se estaba volviendo el sino de mí vida. Mi mente viajo a la noche anterior, recordando con cuanto amor nos besamos y con cuanto anhelo nos amamos. Cuando Diego me dijo que me amaba, supe que haría cualquier cosa para que él fuera feliz y si eso suponía irme de su lado, tendría que cargar con la pena. El hecho de que Esther amenazara con quitarle a los niños, hizo que mi mente dejara de ser egoísta, pensé que por una vez podría dejar de pensar en mi e hiciera lo mejor para la otra persona. Tenía que salir ya, aunque tenía claro que eso era lo mejor, mi corazón no estaba de acuerdo con mi cabeza. Mi cabeza me decía que todo saldría bien, que podría olvidar, pero mi corazón gritaba otra cosa y me decía que no saldría de esta. Me dolía haber vuelto a verle, ahora no sabría cómo borrar el sentimiento que habían vuelto a nacer en mí con más fuerza. Y mi peor error fue haber estado con él en todos los sentidos. Las lágrimas se aglomeraron en mis ojos, nublándome la vista, un nudo de angustia se instaló en mi garganta ahogándome. Tenía que salir de allí, necesitaba llegar a mi apartamento y desahogarme o me moriría de la pena.
Salí de la habitación con ganas de llorar y una lágrima rodo por mi mejilla. Me quede quieto al salir, cerrando el puerto detrás de mí.
           -           ¿Porque estas llorando? - me pregunto la vocecilla de una niña – ¿Te sientes mal? – volvió a preguntarme, baje la mirada, viendo a una niña preciosa, con un conejito de peluche en una mano y a su lado se encontraba otro niño igual que ella.
           -           Mi papi, cuando yo me siento mal, me da medicinas y me compra chuches para que no llore, cuando el médico me pincha con la aguja. – me sonrió el niño - ¿Quieres una chuche, tengo muchas en mi habitación?
Me quede embobado viendo a esos niños tan guapos. Mi corazón, que antes había dejado de latir, comenzó a palpitar con fuerza. Recordé que eran los hijos de Diego, al ver lo hoyuelos que se le marcaron al pequeño cuando sonrió. Comenzó a sonreír y pensé que ese sería otro regalo de despedida. Me agache poniéndome a su altura, revolviéndole el cabello e hice que volviera a sonreír con una risita tímida.
           -           Vale, tomare un caramelo para encontrarme mejor – le sonreí, alzándome en mis piernas y dándole la mano para que me llevara a su habitación.
Los pequeños gemelos me llevaron, cogidos de la mano, hasta una habitación demasiado grande para dos niños pequeños. Tenían la pared llenas de dibujos que ellos mismos habían hecho, a un lado habían dos escritorios, con libros para dibujo, lápices de colores y cosas que un niño necesita para expresar su imaginación. En la otra parte había dos camas, que tenían el nombre de cada uno, un montón de juguetes metidos en sus cajones y una librería llena de cuentos infantiles.
           -           Yo me llamo Samy – me dijo la niña, llevándose un dedo a los labios con timidez.
           -           Yo me llamo Zack – le respondí con una sonrisa.
           -           ¡¡A la te llamas como yo!! – me contesto el niño emocionado por saber que me llamaba como el, como si fuera lo mejor del mundo – ¿Mi papá también te puso ese nombre? – me pregunto con sus ojitos azules brillando de la alegría.
Me quede quieto un momento al escuchar decir lo de su padre.
           -           No a mí no me lo puso tu papá, me lo puso mi padre. – conteste - ¿A ti te lo puso tú papá? – le pregunte, sorprendido de que Diego le hubiese puesto ese nombre.
           -           Sip, a mí me lo puso mi papá, - respondió con una sonrisa enseñando todos sus dientecillos blancos – él dice que ese nombre le gusta, porque le traen muchos recuerdos.
Me quede sin habla y en ese momento desperté de golpe a la realidad. Fue como si alguien me hubiera despertado de golpe y me recordaba que yo no podía seguir allí, que ese no era ni sería mi lugar nunca. Tenía que irme en ese momento. Oír que Diego le había puesto mi nombre a su hijo, diciéndole que era especial porque le traían recuerdo. Me hizo recordar que 7 años atrás había hecho lo mismo, dejándole atrás sin ninguna explicación, haciendo que el dolor y la pena volvieran a instalarse en mi cuerpo. Tenía que salí de aquel lugar. Decidí que le dejaría un mensaje y me volvería a marchar sin despedirme de él. Si lo hacía no me iría de aquella casa nunca. Fui al escritorio de los niños y encontré un lápiz, con una hoja en blanco.
Le escribí un mensaje, diciéndole que no me odiara, que sentía haberle causado tanto daño, que le amaba y que esta vez lo hacía por él y su familia. Ver con cuanto amor los hijos de Diego hablaban de él, reafirmo mi decisión de marcharme, para que al menos él pudiera ser feliz.
           -           ¿Me haríais un favor? – les pregunte forzando una sonrisa.
           -           Si – dijeron los dos a la vez, haciéndome sonreír.
           -           Cuando vuestro papá se despierte ¿podrían darle esta carta por mí? – le pregunte enseñándoles la nota. Ellos asintieron con sus cabecitas rubias, haciendo que el cabello se les moviera de arriba abajo. – y ahora tengo que irme – le dije agachándome, para darle un beso a cada uno en sus cachetes rojos – quieran mucho a vuestro papá, porque es muy bueno – les dije con un nudo en la garganta y salí de allí antes de que las lágrimas me desbordaran.
Cuando llegue a mi coche las lágrimas ya corrían por mis mejillas, porque el dique que las contenía se había roto. Me subí en el coche, poniendo rumbo a mi apartamento, para encerrarme en él y llorar hasta que ya no tuviera lágrimas que derramar. Quería sacar mi corazón del pecho, para que dejara de doler, porque me estaba matando por dentro. Volví a mirar hacia la casa de Diego, despidiéndome en silencio. Dejando atrás mi felicidad, mi vida y junto a eso se quedó mi corazón.




Me desperté al escuchar unas voces fuera de mi habitación. Me levante al no ver a Zack a mi lado y comencé a temerme lo peor. Me puse unos pantalones, con una camiseta de mangas largas y salí de la habitación para ver qué era lo que pasaba.
Al salir, vi como Zack se iba por el pasillo hacia la habitación de mis hijos, cogido de las manos de ellos. Esa visión me lleno de alegría, relajándome y borre la angustia que había sentido al pensar que se había ido. Me relaje, decidiendo darme una ducha y esperar a que Zack volviera de la habitación de mis hijos. Quería volver a besarle, diciéndole cuanto lo amaba.
Entre al baño, demorándome unos 20 minutos en la ducha. Me seque, saliendo hacia la habitación, me puse unos bóxer negros y me tumbe en la cama a esperarle. Pero pasó media hora y aún no había regresado. Comencé a preocuparme de que algo le hubiera pasado a los niños, me puse un pantalón y salí de la habitación dirigiéndome hacia donde se encontraban, pero al llegar solo estaban mis hijos, dibujando en sus escritorios.
           -           Hola papi – dijeron los dos al unísono al verme llegar. – tu amigo acaba de irse – me dijo Samy con una sonrisita.
Me quede paralizado en la entrada, al escuchar que Zack había vuelto a irse sin despedirse de mí. El dolor me consumió al momento, haciendo que se me doblaran las rodillas y terminara sosteniendo mi cuerpo en ellas. Zaky se levantó de su escritorio con una nota en la mano y se acero a mí con la carita preocupada.
           -           ¿Estás bien papi? – me dijo haciendo un puchero y eso me llego al alma.
           -           Si estoy bien campeón – le revolví el cabello componiendo una sonrisa.
           -           Tu amigo nos dijo que te diéramos esto – me dijo extendiendo la nota que llevaba en la mano, para que yo la cogiera – y nos dijo que te quisiéramos mucho, porque eras muy bueno – termino con una sonrisilla, haciendo que se le iluminara la carita.
           -           Es verdad – contesto Samy desde el escritorio – era muy simpático – dijo sonriendo.
           -           Gracias campeón – me levante, llevándolo en brazos hasta donde estaba Samy sonriendo.
           -           Yo también papi – dijo Samy extendiendo sus brazos para que la tomara
Ella levantó de la silla, extendiendo sus bracitos hacia mí, para que también la tomara en brazos. Les encantaba que los tuviera a los dos en cada brazo, terminaron dándome un beso en la cara a la vez y haciendo que mi corazón se derritiera. Los baje al suelo y les di un beso a cada uno.
           -           Ahora papá tiene que irse al salón a trabajar – ¿vais a portaros bien? – les pregunte con carita de perrito apenado.
Ellos comenzaron a reírse asintiendo con sus cabecitas. Le revolví un poco el cabello a cada uno, a siendo que soltaran ricitas y me dirigí al salón para poder leer la nota con calma.
Llegue al salón, sentándome en el sofá con la nota de Zack en las manos. Lo mire varia veces antes de leerla. De la pena había pasado al enfado monumental, al ver que Zack había vuelto a decidir por los dos. En mi cabeza pasaron un sinfín de ideas de como torturarle, cuando volviera a poner mis manos en él.
Esta vez yo no me iba a quedar con los brazos cruzados y ver como volvía a desaparecer de mi lado. Mucho menos ahora que había vuelto a encontrarle, haciéndome volver a respirar y habiéndome dicho que me amaba. No, esta vez no se volvería a ir de mi vida. Lo quería aquí, en mi casa, con mis hijos y conmigo.


Me levante del sofá, fijándome que eran las 8:30 de la mañana, volviendo a mi habitación, para hacer unas cuantas llamadas. Llame a mi secretaria, pidiéndole que lo antes posible contratara un investigador privado, para que localizara a Zack. Ahora no era como hacía 7 años atrás, ahora sabía quién era, lo encontraría. Y le haría entender, que no podía huir de mí, que al final siempre terminaría encontrándole y trayéndole de vuelta.

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