jueves, 27 de febrero de 2014

Te odio



Hola corazones, espero que paséis un buen fin de semana. Aquí os traigo otro capítulo espero que lo disfrutéis y me dejéis saber si os gusto. Gracias y nos vemos prontito.














Me quede con la boca abierta viendo como Diego se alejaba de mí moviendo su sexy trasero y jadee al recordarme dentro de sus apretados anillos. Me patee una y otra vez por no ver las señales que me decían que Diego aún era virgen, no es cierto, si las vi, pero las ignore, tomándolo como un salvaje. Esperaba no haber metido mucho la pata, pero no pude evitarlo, sentir ese pequeño cuerpo moldeado al mio, llorando y pidiéndome que no parece, habían conseguido llevarme a la locura. Estuve a punto de reclamarlo, pero eso aún no lo haría, primero me ganaría su confianza, le pediría disculpas por haber sido un cretino y después intentaría ganarme su corazón. Por el paso que iba estaba años luz de conseguirlo, solo esperaba que no cumpliera su amenaza, porque solo de pensarlo quería destrozar todo lo que se me pusiese delante.

Salí arreglándome el bañador y si tenía alguna duda de que estaba enamorado hasta los huesos de Diego, solo ver esa imagen me lo confirmo. Me acerqué sin hacer ruido tomando el móvil y tome una foto que mandaría más tarde a Saúl. Diego llevaba su larga trenza enredada en las manos de Samy, y Zack dormía con su cabecita apoyada en si lizo vientre. Mi polla protesto al recordar el calor de ese cuerpo, y me jure que no muy tarde, volvería a exigir otra porción de ese pequeño cuerpo. Ahora solo me conformaría con verles dormir y rezaría por estar haciéndolo bien esta vez.
A las dos horas los desperté para comer, y lo hicimos entre risas y chistes, hacía demasiado tiempo que yo no escuchaba reír a mis cachorros, eso me llenaba de felicidad. Había esperado mucho tiempo para al fin tener lo que me pertenecía, no desaprovecharía la oportunidad que el destino me estaba dando y está vez intentaría hacerlo bien. Vi como Diego reía abrazado a Samy y Zack me contaba todo lo que haríamos los siguientes días. Yo con tal de seguir viendo esa escena en mi vida cada día, haría todo lo que me pidiesen y no pondría pega a nada. Diego me miro, sonriéndome, y sentí como mi corazón se paraba lentamente y mi polla comenzaba a llenarse muy dolorosamente. Sus pequeños hoyuelos, relucían en su cara sonrojada y largos mechones se mecían ante sí. Mis dedos hormigueaban por apartarlos y jalarlo hacia mí, para poder probar sus dulces labios. Gemí cuando Zack se movió aplastando mis pelotas, Diego se rio más fuerte y el pequeño solo me miraba preguntándome que pasaba. Yo solo podía gruñir, enseñándole los dientes a Diego, prometiéndole que más tarde me las cobraría.
Nos quedamos hasta que cayó la noche, al llegar los chicos se fueron a duchar y Diego se quedó preparando la cena. Yo subí a mi habitación cerrando con llaves y dejándome caer en la cama. Necesitaba unas vacaciones urgente, tal vez si era buena idea lo del parque de atracciones, nos iríamos dos semanas y después a algún lugar donde pudiera dejar solo a los niños, para poder gozar del pequeño cuerpo de Diego a mis anchas. Gemí al sentir al bañador ahogando la cabeza de mi polla que quería salir, me reservaría para más tarde, cuando tuviese los dulces labios de Diego a mí alrededor y nadie pudiese interrumpirnos. Pero antes prepararía algo para nosotros dos solos, para poder disculparme por ser un estúpido; baje a la cocina, donde Diego aún seguía preparando la cena y le dije que se fuera a arreglar que yo le daría de cenar a los niños. Él solo tenía que ponerse guapo y esperarme en la piscina.
Diego comenzó a emocionarse pensando que saldríamos a bailar y le mentí diciéndole que sí. Bueno era una mentira a media, solo si conseguía que Elena viniera a esta hora y se quedara con los chicos. Diego dijo que bajaría a las 10 y yo solo esperaba no haber metido la pata. Se veía tan adorable con sus mejillas sonrosadas dando saltitos como un niño pequeño, aquello me recordaba cuando se colaba en mi casa y mi madre le daba pastel de chocolate y este olvidaba porque se estaba escondiendo.
Acomode la mesa de la piscina, con varias velas y puse una suave melodía ambientada, esperaba que a Diego le gustase mi lado romántico porque lo tenía un poco oxidado. Subí a mi habitación para arreglarme, me puse unos vaqueros de cintura baja, saque una camiseta ajustada negra y una camisa blanca con franjas rojas y azules. Deje mi pelo suelto y me puse unos Boss. Me puse algo de Armani y bajé a esperarle en la piscina. Me sentía impaciente, ¿bajaría o sería una treta para cobrarse todo lo que le hice en el pasado? Pues no lo sabría hasta que no fueran las diez.




Parecía que las cosas empezarían a ir bien entre Zack y yo. Me dije feliz subiendo las escaleras para darme una ducha y ponerme algo que le dejara sin habla, o eso esperaba. Mi cuerpo hormigueaba por sentirle otra vez, esperaba que hubiéramos levantado la bandera en son de paz y al final podría disfrutar de lo que tantos años se me había sido negado. Me duche lo más rápido que pude, lavando mi cabello y saliendo para intentar que éste dejara de rizarse. No encontré manera, así que lo deje que cayera suelto por mi espalda hasta la altura del culo, después intente encontrar la manera de que mis cachetes dejaran de ser rojo fuego, pero no sabía que pasaba hoy conmigo, todo me estaba saliendo totalmente al revés de cómo lo tenía planeado. Resople al ver que mi cara simplemente era caso perdido y salí en busca de algo que me acomodase, no quería estar muy serio, pero tampoco parecer un niño mimado. Termine poniéndome lo primero que encontré, que me valiera para ir a bailar, con el humor que empezaba a tener ya me daba igual todo. Esperaba que Zack no me saliera con una de las suyas y esto fuera una broma, porque pensaba cabrearme mucho. Tendrían que ir a recogerlo al rio e identificar su cadáver por medio de las huellas dactilares, porque pensaba dejarlo irreconocible. Gruñí bajando las escaleras, estaba de muy mal humor, aparte de que tenía hambre; había cocinado para todos y yo era el único que aún no había cenado. Salí al patio en dirección de la piscina y me quede parado en la puerta con la boca abierta. Todo mi mal humor fue remplazado por la sorpresa. ¿Qué está pasando aquí? Me pregunte al cerrar la cristalera tras de mí, acercándome a un Zack que me esperaba sonriente y la mesa preparada, con velas incluidas.
-          Hola Bebé – me saludo cuando llegue a él, tomándome de la mano y después besando la palma de esta. Un escalofrió recorrió todo mi cuerpo derritiéndome y haciéndome olvidar, porque había estado cabreado. – te vez precioso, ¿cenamos? – dijo llevándome a la mesa, separando la silla y espero a que yo me sentara para luego colocarse en su sitio. – espero que te guste el sitio donde iremos luego, he llamado a mi mejor amiga Elena para que se quede con los niños esta noche, así que no te preocupes. – dijo destapando la comida y comenzó a comer como si nada, como si el que estuviéramos así era una cosa normal. Yo solamente podía mirarlo, pensé que Zack simplemente se había vuelto loco o tal vez se había dado un golpe en la cabeza esta tarde. Mire como comía ajeno a la revolución que yo tenía en mi cabeza; o quizás el loco era yo, o tal vez si me había ahogado en la mañana y estaba en el cielo viviendo mí sueño. Como fuera eso no podía seguir más tiempo, lo único que ganaría de toda esta locura era un corazón roto por segunda vez. Carraspee para que dejara de comer y me prestara atención. - ¿No tienes hambre? – me preguntó cuándo se limpió los morros y en mi cabeza solo había un cartel que decía que lo besara, que probara otra vez esos labios. Después de nuestra primera vez nunca había vuelto a besar a nadie y había olvidado que se sentía al tener unos tiernos labios sobre los míos.
-          ¿A qué estás jugando esta vez Zack? Te advierto desde este momento, que sea lo que sea no va a funcionar. Ya no soy el mismo ingenuo que estuvo enamorado de ti por años. – le dije reclinándome en la silla, poniendo distancia entre nosotros. Su perfume me estaba mareando y quería dejar bien claro los puntos desde el principio. Él tendría que saber que después de esta excursión, yo me marcharía y no miraría atrás.
-          No sé a qué te refieres, esta vez no juego a nada, lo prometo. – contesto dejando el tenedor en el plato mirándome a los ojos, no sabía si mentía o no, pero esos ojos oro iban a terminar hipnotizándome.
-          No me valen tus promesas, pero sea lo que sea, quiero dejar bien claro que después de que terminen los dos meses me marchare. – dije con un nudo en la garganta, mi determinación de irme, ahora me estaba doliendo, no sabía si encontraría las siguientes palabras.
Carraspee varias veces, no era lo mismo pensarlo, que escucharlo de mis propios labios. Zack me miró un largo rato analizándome, y pensé que la había fastidiado del todo, espantándolo esta vez  para siempre. Trague esperando lo que me pareció una eternidad y solté el aire que no sabía que contenía cuando éste volvió a sonreír levantándose de la silla, para moverla colocándola a mi lado.
-          Vale. Todo lo haremos según tus reglas. – dijo dándome un beso en la mano, que no me había dado cuenta de cuando la tomo. Simplemente estaba perdido en ese mar amarillo y esa sonrisa de un millón de dólares. – solo hagamos un trato, olvidemos el tiempo límite de esta relación y dediquémonos a conocernos mejor. Prometo jugar limpio, haré lo que me pidas, solo te pido que me des tiempo para demostrarte que he cambiado y que no soy el mismo de antes. – llevo mi mano a sus labios mirándome a los ojos y mi corazón empezó a latir tan rápido que lo sentía en mis oídos.  Quería creerle, en serio que sí, había esperado tanto para escuchar esas palabras salir de su boca que ahora que lo hacían, yo no podía creerlas. Me había hecho mucho daño, solo con esas palabras no borrarían las largas noches que pase en mi habitación llorando desconsolado, porque el único hombre al que había amado, me echó como si no valiesen nada mis sentimientos. Deje que viera mi dolor reflejado en mis ojos, que entendiera que le costaría mucho ganar otra vez mi confianza. – imagino lo que puedes estar pensando, en mi defensa diré que mis palabras son sinceras, solo que necesitamos tiempo para que nos conozcamos y puedas creerme. – termino pegándome más a su cuerpo y yo deje de resistirme. Se sentía bien estar en ese pecho grande, al fin tenia lo que tanto tiempo me había negado a reconocer, aún amaba a Zack, cada fibra de mi cuerpo se relajaban solo si él me tenía en brazos. Suspire, llevándome conmigo su aroma, dejando que me acariciara y besara los cabellos.
-          Te creo, pero no puedes volver a estar con nadie el tiempo que estemos junto, tampoco puedes dejarme mucho tiempo solo, yo requiero muchas atenciones. – dije haciendo pucheros, y éste dijo que me complacería en todo lo que pidiese, ello incluía que yo tampoco podía estar con nadie. La verdad aunque no se lo dijese, yo no tenía ninguna intención de dejar que otro hombre me tocara. No ahora, después de que al fin podía estar al lado de la persona que amaba – también tienes que sacar más tiempo para los pequeños, Zaky te necesita y echa de menos a su padre. – termine y éste prometió no trabajar esos dos meses que los pequeños tenían de vacaciones. Termine mis exigencias y Zack dijo que no pondría ningún pero a mis demandas.
-          Y ahora será mejor que terminemos de cenar, porque no sé tú, pero yo me muero de hambre. – dijo sonriendo, volvió a su sitio, mientras yo protestaba sacándole la lengua por la ausencia y éste reía pidiéndome que terminara de cenar.
A las dos horas terminamos, recogiéndolo todo, poniendo rumbo a una discoteca que éste decía que podríamos pasar un buen rato. Le dije que por mi genial, tenía ganas de bailar, y después de la agradable cena que había tenido, mi humor había dado un giro de 180º. Éste se estaba esmerando mucho para hacerme la velada muy agradable y yo estaba que no cabía en mi cuerpo, todo estaba marchando bien.
Zack había pedido que nos colocaran en la zona VIP, y nos llevaron una botella de Habana 15, con dos vasos, una cubitera y un par de coca-colas. La música retumbaba en las paredes y el centro de la pista de baile se encontraba lleno, éste me sonreía desde el asiento, mientras yo bailaba junto a las personas, desde la barandilla. Me estaba divirtiendo, hacia demasiado tiempo que yo no sabía lo que era salir de fiesta. Mis padres pensaban que me pasaba el día vagueando en la universidad, pero la verdad era que me pasaba todas las noches quemándome las pestañas, estudiando para los finales y no podía salir con mis amigos. Volví a la mesa sonriéndole a Zack, tomando mi segundo cubata, sentándome a su lado; éste tiro de mí y yo di un gritito de sorpresa, cuando termine sentado en sus piernas.
-          ¿Te estas divirtiendo Bebé? – preguntó, y yo le di un pequeño beso en los labios agradeciéndole el que me hubiera sacado de casa. Me lo estaba pasando bien con los pequeños, pero necesitaba hacer más vida de adulto. – Vuelve hacer eso. – dijo Zack mirándome con ojos hambrientos y llegue a asustarme pensando que había hecho algo mal.
-          ¿Qué quieres que vuelva hacer? – le pregunte asustado de su respuesta, pensaba que todo estaba saliendo genial, no esperaba cagarla tan pronto.
-          Calma precioso, no es nada malo. – comenzó a sonreír, cundo mis cachetes tomaron un rojo purpura y escondí la cara en su cuello. – vamos Bebé, no es para tanto, además tengo que confesar, que te ves adorable cuando te sonrojas. Hey mírame cariño. – dijo intentando sacar mi cara de su cuello, me abrace más fuerte a él intentando tapar la vergüenza, pero este al final logro soltarse, riendo cuando proteste. – vamos Bebé mírame, no seas malcriado. – dijo levantando mi cara, mirándome con una linda sonrisa. - ¿te he dicho ya que adoro cuando pones esos ojitos? Venga, vamos a bailar, tal vez así cambies la cara. – termino besándome la nariz y levantándose conmigo, llevándome a la pista de baile.
Al llegar, comenzamos a bailar, a mí ya me habían subido un poco las 2 copas que había tomado, teniendo en cuenta de que no bebía y mi cuerpo se sentía genial. Quería seguir así toda la noche, sin preocuparme de nada, solo disfrutando del muy merecido descanso que estaba teniendo. Al final termine cediendo y aceptando las demandas de Zack, pero es que no podía negarme, yo también me moría de gana, no solo de pasar los dos meses que me quedaban de vacaciones amando a Zack, quería pasarme el resto de mi vida a su lado, pero eso era algo que no pasaría, así que solo me conformaría con tomar todo lo que me daba. Al cabo de un rato la música cambio a una más lenta y me abracé a Zack proponiéndole que nos fuéramos a otra parte, ya me había divertido bastante, ahora solo necesitaba volver a sentir las manos de Zack recorriendo mi cuerpo.
No se lo pensó mucho y volvió a tirar de mí hacia la mesa. No podía parar de reírme, hacía mucho tiempo que no veía esa nueva faceta de Zack, recuerdo que solo era así cuando yo aún era pequeño y los otros niños se metían conmigo porque parecía una chica. Sonreí al recordar cuantas veces Zack había terminado pegándose con alguien por mi culpa, después solo me sonreía y me preguntaba si estaba bien. Terminaba siempre en su casa, comiendo un trozo de pastel de chocolate y durmiendo la siesta en su cama, abrazado a él. Pero después todo cambio y empezó a alejarse de mí, terminando yo con el corazón roto, alejándome del único hombre que he amado. Los recuerdos me entristecieron por un momento y le pedí que me esperara mientras iba al servicio. Necesitaba asearme un poco, esperaba que la noche siguiera siendo como hasta ahora y que me hiciera olvidar todo por una noche.





Estaba matándome con sus movimientos de caderas, me tenía sujeto del cuello con las dos manos despaldas, moviendo su redondo culo contra mí ya adolorida polla y lo único que podía hacer era gemir, pegándolo más a mi cuerpo. Gemí cuando movió sus caderas en mi contra, aprisionando mis huevos y sacándome un par de jadeos, mientras intentaba que los tíos que se encontraban a nuestro alrededor se mantuvieran muy alejados de Diego.
El Dj cambio a un ritmo lento y éste se dio la vuelta quedando frente a mí, sonriendo cuando gruñí, al sentir como nuestros miembros ya erectos se rozaban, enviando olas de placer a mi cerebro y lo único que tenía en mente era salir de allí con Diego. Éste rio más fuerte cuando le enseñe los dientes, a dos chicos que no hacían más que acercarse a nosotros.
-          Relájate grandullón o te saldrán canas antes de tiempo. – se burló, dando una palmadita en mi hombro y después sonrió más ampliamente. – Qué te parece si nos vamos a otro lugar nosotros solos, ya que no tenemos que volver temprano a casa, porque los niños están cuidados, estaba pensando que tú y yo podríamos escaparnos esta noche. – dijo mordiéndose el labio y retorciendo mis cabellos entre sus dedos. – Podríamos hablar de algunos puntos de nuestra nueva relación que no me han quedado muy claras. – llevo su mano a mi duro pene, entre nuestros cuerpos y gemí pidiéndole más.
Se me había olvidado donde estábamos, ni siquiera me importaba que la gente de la pista nos mirara raro, a mí solo me importaba ese endiablado gato, que me miraba con ojitos suplicantes. No tenía pensado decirle que no, yo mismo me moría de ganas por recorrer su esbelto cuerpo una vez y otra vez, no me cansaría nunca de tenerlo gimiendo bajo mí. Lo tome de las nalgas pegándolo más a mi erección y éste gimió alzando sus labios hacía mí, pidiéndome en silencio que le besara. Sería la tercera vez que besaba a un chico, pensé mientras miraba esos carnosos labios, que me estaban llevando a la locura; lo más gracioso era que sería al mismo chico, y que nunca había vuelto a besar a nadie, después de probar sus labios, ni siquiera el día de mi boda bese a Leticia. Me sentía sediento, como si hiciera 10 años que no saciaba mi sed, la última vez que recuerdo haber besado a alguien en los labios fue el día que cometí la mayor estupidez de mi vida y me aleje de la única persona que he amado. Diego ronroneo recordándome que aún esperaba mi respuesta y yo solo esperaba que el saliera por esa puerta, para llevarlo al primer hotel que encontrase por el camino, de vuelta a casa.
-          Vamos – le dije volviendo  la mesa para pagarle al camarero, y marcharnos lo más pronto de allí. Empezaba a sentirme ansioso, algo me pedía que me llevara a Diego de una vez de allí.
-          Solo dame un minuto, voy a lavarme la cara y vuelvo. Los cubatas han empezado a hacerme algo de efecto y quiero estar despierto esta noche para ti. – dijo sonriendo, lanzándome un beso cuando se dio la vuelta y salió en dirección a los lavabos.
Yo me quede allí viendo como esa sirena se alejaba moviendo sus caderas al son de la música y que unos cuantos se le acercaron cuando este pasó. Gruñí al verles tan cerca de mi pequeño, como no empezaran a alejarse, esa noche algunos terminarían en urgencias. Refunfuñe cuando lo perdí de vista y volví a sentarme, esperando que regresara, para poder marcharnos de una vez. Comenzaba a sentirme incomodo en el lugar; lo único que necesitaba era llegar a una habitación, desnudar a Diego y hundirme en su apretado culo. Gemí al sentir como mi polla comenzaba a tomar vida, y los recuerdos del lago volvieron para atormentarme.
Aún no podía creer que después de tantos años, hubiera sido su primero, yo cuando lo tome de esa forma estaba enfadado porque pensaba que otros habían tocado lo que es mio. Proteste por lo bajo, ni en un millón de años hubiera creído que mi endiablado chico aún era virgen. Me sentía feliz, esta noche, todo estaba saliendo según como lo había planeado – A última hora – me dije al recordar como Elene me había jurado que le debía una, pero si después de hoy lograba convencer a Diego de que aún me ama como yo a él y que podemos estar juntos, le debería más que un favor. Gemí al recordar como mi polla se había endurecido, al verlo entrar en la piscina; si no es porque de verdad tengo todas las intenciones de conservar a Zack en mi vida, no me lo hubiera pensado mucho, saltando sobre él para quitarle la escasa ropa que llevaba. Si esa mañana me había parecido sexy con sus pendientes y sus pantalones cortos que un día me llevarían a la locura. Esta noche pensé que no se podía ver más adorable; llevaba su largo pelo suelto a rizos, unos pantalones de lino blanco bajos en la cintura y una camisa  abierta hasta la altura del ombligo. Tuve que tragar varías veces, para concentrarme en lo que me decía durante la cena y solo pedía que al terminar la noche, yo estaría en una cama, enredado entre las piernas de Diego, mientras este gritaba mi nombre. Mire la hora, ya eran las 2 de la mañana, me fije que había pasado unos 15 minutos al menos, y aún mi pequeño no había salido. Al principio pensé que era porque habría personas esperando, pero veía a la gente entrar y salir de la zona de los servicios, pero no vi ni rastro de mi pequeño gato. Me levante del  sofá adelantándome al baño, tal vez le había pasado algo, recordaba que me había comentado que el alcohol le estaba haciendo efecto. O tal vez se entretuvo hablando con alguien, pensé y al segundo comencé a gruñir por lo bajo. Algo no estaba bien, Diego no se encontraba por ningún lado y el pánico había comenzado a recorrer mi cuerpo. Tal vez y la excusa de ir al baño solo era para poder escaparse de mí, o quizás se había encontrado a otro mejor y me dejó, así de simple. Diego me había dejado, seguramente por otro y yo aún estaba esperándole en la mesa como un idiota.
-          ¡Joder! – grite lleno de frustración al salir del baño, después de revisarlo por 3 vez, pero Diego no aparecía por ningún lado. De la angustia que había sentido al principio, pasé al cabreo monumental. - ¿Quién coño se cree esa niñita de mamá para hacerme esto a mí? A mí joder. – dije dándole una patada a la puerta del coche cuando llegue a éste. Estaba que me llevaban los demonios, como era posible que se hubiera marchado sin despedirse al menos, además estaba el hecho de que trabaja para mí. Algo se me ocurriría para cobrármelas de él, pero lo que si tenía claro era que haría que suplicara para volver a tenerme dentro de su cuerpo, aunque eso me llevara a un estado de huevos azueles permanente. Salí del aparcamiento rumbo a mi casa, aún tenía una media hora de viaje y lo único que quería era llegar, encerrándome en mi habitación, ideando un plan para hacer sufrir al pequeño y descarado Diego.
Llegue a la casa y me enfurecí más al saber que Diego aún no estaba en casa. Elena me conto todo lo que le contaron los pequeños y lo menos que a mí me apetecía era escuchar, a mi mejor amiga hablando maravillas de mi peor enemigo. Le daría la razón cuando volviera a decir que cuando te parten el corazón, duele como el infierno, porque juro que en estos momentos me sentía morir. Con cada bocanada de aire que llegaban a mis pulmones, una parte de mi alma se iba, - No sabía que dolía tanto – me dije al llegar a mi habitación, cerrando tras de mí. No tenía ganas de hablar con nadie, tampoco había ningún sentido dejar que me diese alguna explicación, para mi estaba muy claro lo que había hecho, simplemente se había reído en mi cara, haciéndome creer que lo nuestro tendría algún futuro. Para luego darse la vuelta con una excusa absurda, desapareciendo de mi vista. – Bien – me dije enfurruñado porque no podía conciliar el sueño. No le diría nada de lo que pasó esta noche si él no lo nombra, seguiré igual que siempre manteniendo nuestro trato, pero ahora ya no había un felices para siempre, tampoco habrían los te quiero, que esta noche habían muerto para mí; si él quería jugar sucio, yo tenía varios A bajo la manga. Lo volvería a enamorar, le daría el mundo estos dos meses y cuando terminasen, esperaba que se fuese y que no volviera nunca más. Ya me había cansado de esperar, de gritar su nombre mientras poseo otros cuerpos, porque simplemente no había tenido el valor de confesarme. - ¿Para qué? Total, terminaría dejándome igual joder – me queje mientras las lágrimas caían por mis ojos, dolía tanto, quería arrancarme el corazón del pecho para que no doliese más. Ese hombre al final termino destruyendo lo que yo tanto había atesorado, siempre había estado tan atento de él que me conocía de memoria cada gesto, o como esos dos hoyuelos iluminaban su cara al reír, o recordar que ya desde que tenía uso de razón, sabía que Diego era mi pareja de vida. Pero me negaba a aceptar que me pudiera gustar otro chico, pero en aquel último verano que pasamos juntos, cuando todo se volvió una mierda y termine enamorado hasta los huesos del hermano de mi mejor amigo supe que el único hombre que podría hacerme feliz sería el. - Termine esperando 10 largos años, para ahora terminar en una cama llorando como una nenaza, simplemente porque se ha ido. – enumere en mi mente todas las razones que tenía para amarlo, pero todas palidecieron al lado de la única razón que estaba rompiendo mi corazón. Así que se acabaría lo de enamorarme de personas equivocadas, ahora solo disfrutaría del dulce cuerpo de Diego estos dos meses, hasta terminar empachado de él – misión imposible, pero vamos que a partir de ahora solo será sexo sin compromiso – me dije para mí, intentando conciliar el sueño, ya que mañana me esperaba un día muy largo. Tenía pensado llevar a cabo mi venganza desde el momento en que abriera los ojos. Me dije cuando ya se me cerraban solo, cansados de tanto llorar.







Comenzaba a tener un serio dolor de cabeza, entre las dos copas que nunca tenía que haberme tomado, ni tampoco las que me había invitado un desconocido y tampoco tenía que haberle creído cuando me dijo que él me llevaría a casa.
Llegue al servicio, después de lavarme la cara, se acercaron a mí un par de chicos, que comenzaron a ponerse pesados en un momento y lo único que quería era patear sus traseros y volver donde me esperaba Zack. Pero cuando estaba en la salida del baño, los mismos chicos comenzaron a tocarme y nadie a mí alrededor hacía nada. Veían como yo forcejeaba con ellos, pero era como que eso no iba con ellos. Gruñí al pensar que si no estuviera delante de tanta gente, hubiera cambiado pateando sus blancos traseros un rato. - ¿Dónde está Zack cuando se le necesitas? – me pregunte cuando le di una patada en los huevos al que me sujetaba por detrás, cuando me volví hacía el otro, unas manos fuertes sujetaron mi cintura, colocándome tras su cuerpo.
-          ¿Puedo ayudarlos caballeros? – pregunto una voz fuerte, dueña de una gran espalda y las piernas más largas que había visto. Tenía que alzar la cabeza para poder mirarle la parte de atrás de la nuca, de la que colgaba una larga coleta y sus fuertes brazos descansaban en su pecho. Al momento entraron dos guardias de seguridad llevándose a los chicos, le di las gracias y este se giró hacia mí sonriéndome. – ha sido un placer precioso. – dijo a mi lado y por un momento me pareció un chico muy guapo con sus ojos verde musgo, labios llenos, sonrisa deslumbrante, con sus gafas; no sabía que las gafas podían parecer sexys en un hombre. Me dije intentando volver a la mesa donde veía a Zack sentado mirando la hora. – ¿quieres una copa? – pregunto llevándome a la barra sin que le contestara, al llegar le pidió al camarero dos chopitos de tequila, mientras yo solo estaba pendiente de Zack, para avisarle donde estaba, pero este se levantó lleno al baño en el momento que el hombre me daba mi chupito. Me lo tome a regañadientes, al volverme y ver que Zack seguía sin aparecer. Le habría pasado algo en el baño.
-          Disculpa ahora vuelvo. – Le dije dándole la copa, volviendo por el mismo camino que Zack recorrió minutos antes. Entre en los servicios pero estaban vacíos, nada, ni el los grifos ni en las cabinas. Comencé a preocuparme, tal vez había vuelto a la mesa al no verme. Salí, poniendo ese rumbo y al llegar me encuentro al mismo hombre que me había invitado al chupito
-          Hey guapo ¿a quién buscas? – me pregunto dándome una sonrisa y por un momento mis tripas se revolvieron.
-          A mi novio, estábamos antes sentados junto aquí. – dije mirando por todos lados. La sala comenzaba a llenarse y Zack no aparecía por ningún lado. Un mal presentimiento recorrió mi cuerpo, me la había vuelto a jugar. Como había podido ser tan estúpido y fiarme del mentiroso cobarde, que era. Me lo tenía merecido por ir abriendo las piernas a la ligera.
-          Mmm, ¿uno alto como yo, de cabello negro, camisa blanca y pantalones bajos? – pregunto pensativo, y por un momento pensé que me había precipitado al juzgarlo. Pero eso me duro muy, pero muy poco. – Sí le vi salir antes con otro chico. Así que me vine aquí a esperar,  por si salías. Llevo mirándote un rato, sabes. Tienes huevos, con ese cuerpo tan pequeño, y te defiendes como un gato. – termino regalándome una sonrisa, y ya no tenía ningún efecto sobre mí.
Acababa de hundirme en lo más profundo de mi alma. Bien, por segunda vez después de diez años, aguantando la tentativa de salir a buscarlo, diciéndome que ya lo había superado. Que Zack ya no formaba parte de mi vida, que simplemente cumpliría con el favor que mi hermano me había pedido y después terminaría marchándome. ¿Simple verdad? Pues tengo que decir que de simple nada, llego a su preciosa casa, encontrándome al rubios más guapo que había visto en tiempo, pero que hago yo en vez de retozar un rato en su cama. Pues yo me pongo hacer el papel de madraza, cuidando a unos preciosos mochocos, para terminar enamorado de ellos, y si con eso no tuviera suficiente, tengo que levantarme en su cama desnudo, absorbiendo si rico calor y terminando entre sus brazos. Había achicharrado tanto mis neuronas que termine haciendo un pacto con el mismo diablo, joder. Gruñí al sentir quien como se llamase, se quedaba a mi lado, apoyado en la barandilla mirándome de vez en cuando, pero nunca haciendo contacto físico con mis ojos.
-          ¿Qué está pensando tu cabecita tan fuerte, que te sale humo  de ella? – me sonrió y después desvió la vista a la pista. - ¿cuánto tiempo llevabais juntos? – pregunto sacando una caja de cigarrillos del bolsillo y pasándome uno, por si lo quería.
-          Aquí no se puede fumar, además yo no fumo – dije separándome un poco de su contacto, no sabía que era lo que tenía pero me estaba dando algo de repelús.
-          Yo sí puedo, ya que este es mi local, no creo que vayan a protestar por un rato. – dijo volviendo a los asientos dejándome allí parado con cara de estúpido aun dándole vueltas a la idea de que Zaky se había marchado con otro, dejándome aquí, entre gente que ni conocía, sin nada para volver a su casa.
-          Quieres beber un rato conmigo, si tu novio se ha marchado, yo puedo llevarte a casa cuando cierre aquí. – dijo llenando dos copas, pasándome una. Le mire un segundo largo y algo en mi interior me decía que no accediera, y que me fuera de una vez, haciendo botella si era preciso. – venga no voy a morderte, a menos que te dejes claro. – sonrió más ampliamente, insistiendo a que tomara la copa. A regañadientes la cogí ya que solo tenía dos opciones. O me iba fuera a buscar que alguien me acercase a casa, y puede que no fuera muy buena persona, o me quedaba con cómo se llamase, esperando a que cerrara y porque no, tomando unas copas. Tenía que borrar las palabras que me habían dicho mi Zack, no, ya no era mio - ni lo seria, ni lo fue nunca – me dije, mirando el fondo del cubata, tenía ganas de llorar, de gritar y  partirle la cara en cuanto le viese. Puede que no lo hiciese todo en el mismo orden, ahora mismo tenía unas ganas locas de tenerlo delante y te estrujarle los huevos, has terminar con ellos en mis manos. Como pudo hacerme esto a mí, que mal le he hecho yo para que pisotee mi corazón una y otra vez. Volví al asiento, bebiéndome la primera copa prácticamente de un trago. Serví la segunda y el hombre que tan gentilmente se ofreció a llevarme a casa, me sonreía y pensé, ¿Por qué yo no podía enamorarme de gente normal, como Luis o este mismo sujeto, que parece tonto de tanto sonreír? Me dije viendo cómo se reclinaba en la silla y me brindaba su mano.
-          Hola me llamo Rodolfo, encantado de conocerte, ¿y tú eres…? – pregunto con la mano extendida y yo dude un momento en tomársela. El tipo en realidad empezaba a no gustarme nada, sobretodo como me miraba.
-          Ariel, ese es mi nombre. – le mentí, comenzando a sentir como mi cuerpo dejaba de responderme. Estaba mareado y lo único que veía era a Rodolfo mirándome de cerca, como si me inspeccionase.
-          Ya se durmió al fin. – escuche una vos detrás nuestro, pero en esos momentos no sabía que me estaba pasando. Tal vez las copas me habían hecho efecto muy pronto, al no estar acostumbrado. Podría ser, pero no, por mucho que cuatro copas puedan subir, era imposible que me tuvieran así. Entendía todo lo que pasaba a mí alrededor, pero no podía moverme, tampoco podía abrir los ojos, comenzaba a entrar en pánico y eso no sería nada bueno.
-          Si ya está todo, solo tienes que entregarlo mañana, recuerda que su cuerpo es mío, no quiero que nadie lo toque y espero y por tu bien que sea cierto que su novio, de verdad no vaya a buscarlo, porque vas a tener un montón de problemas – amenazo Rodolfo a quien fuera con quien hablaba y yo entre en pánico de verdad. Llevarme, ¿llevarme a dónde?, yo no he dado mi consentimiento para que me llevaran a ningún lado y además quien le había dicho a ese estúpido que yo tenía dueño. Y quien era el que me llevaría. ¿qué coño me estaba pasando? – grite una y otra vez en mi mente, pero nada, ni un eco, ni una puñetera luz, ni siquiera estaba mi gato blanco.
En que lio me habría metido esta vez, para empezar, ya me había desconectado de la realidad, pero no sabía muy bien donde me encontraba. Parecía mi cabeza, pero era un caos, era como estar en el desierto sentado en la arena, viendo pasar las imágenes de tu vida una tras otra. Sí, eso era, definitivamente, después de diez años vengo a meter la pata hasta el fondo. Volviéndome a enamorar del único hombre que tenía que haber estado prohibido para mí. ¿Ahora que, me sentaría aquí a lamentarme el ser tan estúpido o intentaría volver de donde fuese que me tuvieran? y volvería para enfrentarme a Zack, diciéndole que se había acabado. No volvería a tocarme ni un pelo de la cabeza; con trato o sin él, como solo se le ocurriese respirar a mi lado, terminaría arrancándole las pelotas y poniéndoselas de colgante. Lógicamente, haría todo eso después de que saliera del lio en el que me había metido, por mirar donde no debía. Me recline en mi propia mente, ideando un plan para cuando despertara, si de algo estaba seguro era que en cuanto saliera de mi mente, correría la sangre, en el lugar donde me tuvieran. ¿Quién coño se creían para secuestrarme y por qué?, nada más que después de sabes que el amor de mi vida había vuelto a coger mi corazón pisoteándolo hasta hartarse, y después me lo había devuelto, envuelto en una cajita con cinta roja. Que irónico, tanto decir nunca más, y al final había caído otra vez en un mar profundo, del que estaba vez no sabía cómo saldría. Ya no era él solamente, ahora estaban  los pequeños diablillos. Me dije dejándome llevar hasta que al final no vi nada más.

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